Los Fogones de Pistachulín

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Portuscale, un pedacito de Portugal

El Jueves pasado estuve cenando en Portuscale, un restaurante de comida portuguesa de apertura relativamente reciente situado en pleno centro de Valencia, a pocos pasos del Micalet. Personalmente siempre me ha gustado tanto Portugal como su cultura y por ende, su gastronomía. Guardo muy gratos recuerdos de todos las ciudades que he visitado y en todas ellas comí de manera excelente. La comida portuguesa hasta donde yo conozco tiene unas características bastante bien definidas. Cocina de proximidad con buenos productos, a los que se les da todo el protagonismo en detrimento de elaboraciones complicadas, platos suculentos y raciones generosas. Los alimentos y platos emblemáticos de la cocina portuguesa incluyen un gran número de sopas diferentes, como por ejemplo el famoso caldo verde. El pescado es uno de los alimentos principales en la dieta portuguesa, como por ejemplo las sardinas, el pez espada y sobre todo el bacalao, auténtico buque insignia de la cocina portuguesa. También las carnes, entre las cuales destaca la de cerdo, están presentes en multitud de platos tradicionales. Se producen vinos mundialmente reconocidos como el vinho verde, el Oporto y el vino de Madeira. Y no podemos olvidarnos de los dulces, a los que los portugueses son grandes aficionados y cuyo arte dominan como pocos.
Tras esta digresión vamos ya con el objetivo de esta entrada que es hacer una pequeña crítica de este restaurante y de la cena que pudimos degustar en el.
Lo primero que nos llama la atención al entrar en Portuscale es su acertada decoración. Sencilla y elegante, proporciona un ambiente acogedor e intimista. En sus paredes podemos ver dibujado el Monumento a los Descubridores asi como rostros y semblanzas de escritores portugueses como Saramago, Pessoa o Eça de Queiroz. Su carta no es muy amplia, lo cual se agradece. Siempre he desconfiado, salvo algunas excepciones, de los restaurantes con un menú kilometrico, me parece imposible garantizar la calidad y la frescura del género.

Decidí pedir como primer plato el pulpo en salsa verde



El pulpo estaba tierno, muy bien de punto de cocción. Sin embargo eché en falta algo más de sabor. Mentalmente al leer salsa verde esperaba una salsa de ajo, perejil, aceite y quizás algo más. Sin embargo la salsa de perejil, cebolla cruda, muy poco vinagre y seguramente excesivo aceite aportaba poco sabor al pulpo y un punto de amargor bastante acusado debido al exceso de aceite de oliva virgen extra. Con algo más de vinagre habría quedado una vinagreta mucho más interesante. Este tipo de platos fríos ganan bastante con un poco de acidez como sucede con los escabeches, salpicones, etc..

De segundo pedí un Bacalao a Bras, sin duda uno de los platos de bacalao más populares y apreciados del recetario luso


Es un plato muy sencillo que consiste basicamente en un revuelto hecho con bacalao desmigado y patatas paja cortadas muy finas. La elaboración fue completamente inapelable: perfecto punto de desalado del bacalao, muy crujientes las patatas, el huevo cuajado lo justo. Sabores perfectamente integrados en un plato delicioso y nutritivo.
Precisamente debido a su sencillez es un plato que sólo buenos productos y el buen hacer del cocinero pueden convertir en un plato exquisito. Doy fe de que se consiguió plenamente.

Mi acompañante pidió un plato elaborado también con bacalao, al que en esta ocasión se añadían patatas cocidas y pimientos:



El plato resultaba sabroso y agradable, más ligero que el Bacalao a Bras. Si acaso un pelín corto de sal. No es un tema sencillo el del desalado del bacalao, máxime cuando después se va a mezclar con ingredientes diversos, algunos de los cuales como los pimientos asados son marcadamente dulces.

Como postre pude probar un pastel de Belem, famosísimo postre que según pude averiguar compran y traen congelados de la pastelería lisboeta que los elabora. Una vez descongelado lo caramelizan un poco por encima y lo sirven caliente con un botecito de canela para que el comensal se sirva al gusto. Me lo sirvieron acompañado con una copita de excelente Oporto rosado.


Todos los que seguís este blog sabéis que no soy especialmente aficionado a los dulces. Sin embargo, este pastelito entra muy bien. Es relativamente pequeño y no demasiado empalagoso. Y si sois adictos a la canela como yo admite una buena cantidad. Si no habéis tenido la oportunidad de probarlo nunca el sabor os recordará un poco a la leche frita aunque su fórmula exacta es tan secreta como la de la Coca Cola. No es una exageración.

En resumen, una cocina fiel a sus raíces y un restaurante a tener muy en cuenta para cualquier persona con inquietudes gastronómicas que guste de probar la cocina tradicional de otros países, enriqueciendo asi su cultura culinaria al tiempo que disfruta de platos hechos con sensatez y sin pretensiones.

Si a esto añadimos un personal solícito y encantador y unos precios razonables sobran motivos para venir a conocer este coqueto local


Os dejo un enlace a su página web donde podéis consultar la carta entre otras cosas.

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