A Contracorriente

La primera señal de alerta debería haber sido el número anormalmente elevado de opciones para un menú de mediodía a precio asequible -ya sabéis que por lo general desconfío de las cartas largas- la segunda el carácter heteróclito y sin demasiada ilación de la oferta gastronómica, donde podemos encontrar desde una titaina hasta unos noodles "estilo thai", complicado de entender el "concepto gastronómico". El menú cuesta 11,50 € e incluye primero, segundo, postre y una bebida, estos fueron nuestros primeros, empezando por el Tartar de atún con aguacate, que siempre está presente en todos los sitios donde no tienen muy claro que cocinar, ya que es un plato que cuenta con legiones de adeptos -todos lo pedimos, así que me incluyo-.


Ultimamente no necesito probar los platos para saber si me van a gustar, al menos si son platos que conozco bien, solo con verlos es suficiente. Parafraseando al torero de Ubrique, en dos palabras, "in-comestible", sobretodo por estar extremadamente dulce. Cuando se lo comuniqué al camarero me dijo que era por la salsa hoisin y la salsa perrins, que son dulces -y también saladas-, tengo que decir que le doy toda la razón, si le echas a algo una cantidad excesiva de condimentos o salsas dulces...pues está muy dulce, son matemáticas. Cuando se dispone de un género de una calidad ínfima a veces se intenta enmascarar aliñándolo hasta que casi desaparece. Si le quitas el atún el tartar, apuesto a que sabría exactamente igual, o casi.

Como sustitución vinieron estas croquetas de "rabo de toro", que se podían comer pero estaban muy lejos de ser unas buenas croquetas


Un tanto requemadas -excesivamente fritas-, con exceso de aceite y con una superficie irregular, como con cráteres. La bechamel no sabía mal, a carne de ternera indeterminada, no habríamos sospechado que eran de rabo, si es que lo eran.

En los segundos ya hubo mas variedad, ninguno pedimos lo mismo. Empiezo hablando de lo mío, los noodles estilo thai


No están malos pero la verdad es que tienen poca gracia, y de nuevo nos encontramos con el abuso de las salsas dulces -no sabría precisar exactamente cual, quizás kechap manis, o sea salsa de soja dulce- no tan exagerado como en el caso del tartar pero que hace que resulte empalagoso. Por cierto nunca he visto unos noodles orientales servidos en un plato liso y rectangular, y para comer con tenedor.

Probé los otros platos, como este arroz negro "meloso" que en realidad estaba seco


pasado de cocción y sin sabor.

Los raviolis de alcachofa con gorgonzola y nueces no subían el nivel


terriblemente insípidos, no sabían absolutamente a nada.

Y con el Wok de salmón teriyaki y arroz salvaje -que no se porque se llama así porque no es un salteado-


volvemos al abuso del azúcar, en este caso en forma de salsa teriyaki -y quizás algo mas- a cascoporro. El salmón estaba completamente seco, lo cual si es malo en cualquier pescado, en el caso del salmón lo hace durillo de comer. Por cierto, que eso que hay debajo del arroz NO es arroz salvaje sino arroz integral, que no tiene nada que ver, ni siquiera se parecen.

Llegamos a los postres, donde destaca el Canutillo de mousse de chocolate.


quizás el postre con aspecto mas escatológico que haya visto en mi vida. Un cilindro de color marrón oscuro envuelto en algo parecido a un cannoli de color beige...sin duda poco atrayente, no creo que sea necesario entrar en detalles. Curiosamente el relleno, una mousse industrial de sabor estándar, se podía comer, mientras que la masa crujiente tenia un sabor desagradable.

El otro postre ya no lo quise probar, era un flan creo de café


servido al revés -parece que la parte superior presentaba problemas estéticos- y con un acompañamiento un tanto ingenuo.

Comida de corte industrial que visualmente representa exactamente el sabor que después te encuentras. Un papel muy duro para los camareros el tener que vender y defender esta comida indefendible. Una experiencia muy negativa de la que no puedo rescatar nada, en restaurantes como éste el mejor ingrediente es el olvido.

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