Sopa fría de espárragos blancos y vieiras

La temporada de espárragos blancos es corta e incluso en temporada a veces es difícil encontrarlos a no ser que visitéis un mercado, algo que por otra parte os aconsejo encarecidamente. La verdad es que simplemente cocidos con un poco de aceite de oliva y pimienta están buenísimos pero aprovechando que ya hace bastante calor he decidido hacer esta sopa fría que viene a ser un salmorejo pero con una textura menos densa. Y como por otra parte tenia unas vieiras y los espárragos combinan muy bien, en mi opinión, con la mayoría de los bivalvos, pues he decidido incorporarlos a la sopa. He de decir que me ha gustado mucho el resultado, y además es un plato que os llevará poco tiempo de elaboración.


Ingredientes

- Un manojo de espárragos blancos
- Dos rebanadas de pan blanco
- 1/2 diente de ajo
- Aceite de oliva
- Vinagre de jerez
- Sal
- Pimienta negra
- 3 vieiras
- 4 o 5 lonchitas de jamón de pato (o jamón de cerdo)

Elaboración

Pelamos los espárragos y los hervimos en agua hasta que estén tiernos, dependerá del grosor pero en unos diez minutos poco más o menos deberían estar listos. Cortamos las puntas o yemas de los espárragos y trituramos los tallos junto con el pan, el ajo, el aceite, el vinagre y la sal. Vamos añadiendo el caldo de cocción de los espárragos hasta obtener la textura deseada, lo metemos en la nevera y dejamos que se enfríe. Una vez que esté bien frío salpimentamos las vieiras, las doramos en una sartén con un poco de aceite y las dejemos que se atemperen.
Servimos la sopa en un plato hondo o cuenco y añadimos las yemas de los espárragos, las vieiras soasadas, un poco de jamón picado y un hilo de aceite de oliva.


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De tapas por Sevilla

He andado algo justo de tiempo últimamente y debido a ello aun no había escrito nada sobre la escapada que realice a Sevilla hace algunas semanas, un viaje corto pero bien aprovechado, también a nivel gastronómico. La gastronomía sevillana es muy variada y se puede comer muy bien a precios muy competitivos, especialmente si nos alejamos de la zona ultraturística alrededor de la Catedral, donde abundan los locales que castigan al extranjero desorientado con una espantosa cocina producida de forma industrial, alguien debería decirles cuando vienen a España que huyan de los restaurantes donde hay carteles con fotos de los platos, sólo con eso se ahorrarían muchos disgustos. Yo he buscado tabernas de toda la vida -literalmente, ya que muchas tienen más de un siglo de vida- para probar los platos tradicionales, ya sea en forma de tapa, ración o media ración, y todas las experiencias han sido positivas. Al contrario que en otras ciudades andaluzas como por ejemplo Granada, en Sevilla la tapa no va incluida en el precio de la bebida sino que se pide aparte, a lo sumo te ponen unas aceitunas, que por cierto, a pesar de que no soy un gran devoto de este producto, hay que reconocer la gran calidad de la aceitunas sevillanas, siempre aliñadas con profusión de hierbas y especias. El recetario tradicional como decíamos es muy amplio, aunque hay algunos platos icónicos como el rabo de toro guisado -allí lo llaman cola de toro-, el jamón, los huevos a la flamenca, el gazpacho y el salmorejo, el pescaíto frito, la tortillitas de camarones, las papas aliñás, las espinacas con garbanzos, los caracoles, los soldaditos de Pavía, etc..muchos de ellos son típicos en toda Andalucía mientras que otros son mas específicos de la capital hispalense, lo que es seguro es que no os aburriréis y encontraréis cosas diferentes para probar en cualquier sitio que vayáis. El ambiente en las calles, en los bares, en las terrazas, es siempre extraordinario, para los sevillanos el tapeo no es solo una seña de identidad sino  un estilo de vida, ya que no se trata sólo de comer y beber, sino de vida social,  de compartir, de disfrutar, de orgullo legitimo por la tradición y las raíces.
Por si todavía no he conseguido que sintáis un deseo irrefrenable de ir a visitar Sevilla, os voy a relatar un poco como fue mi experiencia y que es lo que pude comer, y vamos a comenzar con mi alimento preferido que es el pescado y el marisco. Aunque no es el método de preparación que mas me gusta, si vamos a Sevilla alguna fritura hay que probar, en este caso fueron unas tortillitas de camarones y unas huevas de merluza

Las tortillitas de camarones estaban buenas pero hay que reconocer que no es un producto demasiado ligero


hay que tener en cuenta que la medida de la ración y la media ración puede variar bastante de un sitio a otro por lo que se puede dar el caso de que pidáis de más, como fue este caso ya que en la media ración entraron seis.

Las huevas de merluza no me convencieron.


Nunca las había probado y tenía curiosidad, pero la verdad es que fritas quedan un tanto secas y con una textura demasiado compacta, quiero probarlas aliñás que creo que es la forma más típica de comerlas para ver como quedan.

No podíamos desaprovechar que estamos en plena temporada del Atún de almadraba, así que lo hemos probado de diferentes maneras, como esta ventresca a la plancha ligeramente aliñada y con un poco de salmorejo suave.


o este lomo de atún con verduritas y salsa de frutos rojos.


En ambos casos disfruté como un enano y es que soy un enamorado de este tesoro marino por desgracia cada vez mas escaso.

Hay una enorme cantidad de tapas a base de marisco, me hubiese gustado probar muchas más, pero las que comí estaban todas buenas, tapas sencillas basadas en el buen producto, como estas gambitas al ajillo


Gambas muy frescas, ajo, guindilla, aceite de oliva y sal, es increíble que con solo esto se pueda conseguir algo tan sublime, te puedes volver absolutamente loco mojando el aceite con un buen pan.

La gamba blanca de Huelva cocida es otro de esos grandes bocados que no necesita nada más


excepto una cerveza bien fría o una copita de manzanilla -sobre esto hablaremos más adelante- mientras que los berberechos al vapor apenas piden unas gotas de limón -si me apuras un pizca de pimienta aunque sobre esto hay opiniones-.


 Aunque asociamos el pulpo con Galicia, como sabéis se prepara -afortunadamente- en toda España.


Este en concreto no tiene nada que envidiar a los mejores que he comido en Galicia, de los que ya sabéis que solo una pequeña parte son gallegos pero esa es otra historia.

Si entramos en el terreno carnívoro tenemos necesariamente que hablar de su majestad el jamón ibérico, aquí podéis ver una tapa recién cortada en una bodega 5J's


 que estaba muy bueno pero que se veía superada por éste otro Jabugo de bellota


como se puede ver con una mayor infiltración de grasa, una auténtica pasada.

El otro gran estandarte es el rabo de toro, que tiene una presencia casi ubicua, lo que hace pensar que no hay tanto toro en España para tanto rabo, o lo que es lo mismo, que hay también mucho rabo de vaca, que también está muy bueno pero no es lo mismo.


Me encanta lo gelatinosa y sabrosa que esta carne, nunca me cansaría de pedirla. También hubo tiempo de disfrutar de este tiernísimo solomillo de vaca



carne de gran calidad con un perfecto punto se asado.

En lo que se refiere a platos sin proteína animal, merecen un lugar destacadísimo estas Espinacas con garbanzos que me sorprendieron mucho


ya que el majado de pan, ajo, comino, pimentón y vinagre les dan un gran sabor y personalidad. No tardaremos mucho en hacer esta receta y compartirla en el blog.

Si lo que queréis es una tapita ligera para acompañar unas cervezas, no se me ocurre nada mejor que unos caracoles.


están se sirven con el caldo de cocción, ligeramente picante, en el que se aprecia el rastro de la hierbabuena y varias especias. Están buenos, pero me gustan más los caracoles guisados con el tradicional sofrito de cebolla, pimiento verde, a veces tomate, etc, además de por supuesto hierbas y especias.

Y si pensamos en una tapa universal en toda la geografía española, además de las patatas bravas, esta sin duda sería la ensaladilla.



esta tenía la particularidad de que el punto ácido se lo daban las verduritas escabechadas que iban encima de la ensaladilla propiamente dicha, por lo que debía comerse todo junto, me gustó bastante.

En lo que se refiere a las bebidas, y a pesar de que este tipo de cocina y las altas temperaturas se prestán mucho a la cerveza, tenemos el inconveniente de que Cruzcampo ejerce un dominio aplastante, con algunas excepciones es la cerveza que os ofrecerán en todas partes, a veces sin alternativas. Me parece una cerveza bastante floja por lo que acabe decantandome por la manzanilla, por si alguien no lo sabe es un vino blanco seco con un sabor peculiar y bastante potente que se elabora en Sanlucar de Barrameda, provincia de Cádiz, y que a mi personalmente me encanta.

Esto es sólo una pequeña muestra de lo que podréis encontrar si os dais una vuelta por la ciudad del Guadalquivir, ahora os a toca a vosotros vivirlo y contárnoslo.
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Manaw

La cocina nikkei es algo bastante etéreo, a diferencia de la cocina chifa, que cuenta con un recetario propio -donde destacan platos tan populares como el arroz chaufa, el aeropuerto, el kam lu wantan, la sopa wantan o el tallarín saltado, etc-, hasta donde yo se apenas hay platos que la definan mas allá del emblemático pulpo al olivo -que curiosamente entre sus ingredientes no cuenta con ninguno característico de Japón- y los ceviches y tiraditos nikkei, en los que tampoco hay una linea divisoria clara que decida cuando son nikkei y cuando no. Se trata pues de una cocina de libre interpretación, en la que es el propio cocinero el que debe tratar de fusionar la cocina de Perú con los ingredientes, técnicas y elaboraciones típicas del país nipón.
En Valencia, si exceptuamos Commo Fusión, creo que Manaw es el primer restaurante que hace una apuesta clara por este tipo de cocina, aunque es algo que conviene matizar, ya que en su carta nos encontramos platos nikkei, platos estrictamente japonenes como el sashimi -no probé el sushi para poder deciros si existe o no algo de nikkei en ellos-, fusiones con otras cocinas como por ejemplo el bao de cochinita pibil, etc. Más que ponerle la etiqueta de nikkei yo definiría su cocina como de fusión entre las cocinas de Sudamerica y Asia, principalmente.

Comentamos brevemente nuestra primera incursión en la cocina de Manaw. La cortesía de la casa son dos vasitos de sopa de miso blanco.


No soy un gran amante de la sopa de miso, básicamente porque el miso es un ingrediente bastante salado y hay que dosificarlo muy bien, así que prefiero usarlo en otro tipo de elaboraciones en las que aporte sabor pero no sea el elemento principal. Esta no estaba exageradamente salada para la sal se dejaba notar, ya digo que no se trata de un defecto en su preparación sino de una característica intrínseca de esta sopa, es algo así como comerse una anchoa en salazón, en mayor o menor medida por fuerza ha de estar salada.

En el Sahimi variado con salsa ponzu


bien el hamachi -también conocido como pez limón- y el salmón pero flojo el atún, que si no me equivoco era atún de aleta amarilla. Es un atún, de menor precio que el atún rojo, que está bien para muchas elaboraciones -yo lo uso para makis, tatakis, guisos, etc- , pero que así tan desnudo a mi personalmente no me convence. La salsa ponzu no estaba mal aunque a mi me gusta que se note más el sabor del yuzu.

El Ceviche de la abuela, de corvina


tenía cosas buenas pero le faltaba bravura, tanto acidez como picante, sin duda en un intento de acercarlo a un publico poco tolerante con los sabores intensos. Tenía también un punto dulce bastante acusado, no solo por la crema de boniato sino por combinar la sal con un poco de azúcar para hacer sudar el pescado, un truco que, tal y como nos confesó Miguel -copropietario del restaurante, de nacionalidad argentina- aplicaba el mítico Javier Wong. No está mal, pero como ya dije a mi me gustan los ceviches "bravazos".

Las Gyozas de gamba fueron el plato que más me gustó.


Un plato bastante elaborado, las gyozas, de masa suave y delicada, muy sabrosas, se acompañaban con un salsa de curry, queso cheddar si no recuerdo mal, cangrejo de concha blanda y pico de gallo. Una combincación deliciosa y nada obvia, no dejéis de pedirlas.

Las mini hamburguesas en pan pao


vienen con un huevo de codorniz frito y una salsa suave, no recuerdo ahora mismo que salsa era. Para acompañar unos bastoncillos de yuca frita. La carne era excelente, tierna y jugosa. Un bocado ligero y muy apetecible.

Como postre quisimos probar dos de los helados mas japoneses a priori, el de yuzu y el de jenjibre.


Sin interés el de yuzu, que era una especie de sorbete pero en bloques apelmazados, demasiado dulce y sin apenas sabor a yuzu. Mucho mejor el helado cremoso de jenjibre, con un sabor mucho mas reconocible a jenjibre.

Por cierto, hacen un buen pisco sour, cargadito y con bastante angostura. Manaw apunta cosas interesantes, aunque queda bastante por pulir, algo lógico por otra parte en un restaurante casi recién abierto. Esperemos que sean capaces de encontrar su hueco en la cada vez mas apretada -por lo numerosa y por lo variada- oferta gastronómica de la ciudad.


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Lila & Lola

El local, de relativamente reciente apertura, es inaparente, una decoración de estilo rústico, con cestería, sillas de enea, flores secas y artilugios de uso rural, como si estuviésemos en una antigua casita de campo. Los asientos, ya sea las mencionadas sillas o unos bancos de madera con unos cojines demasiado delgados, tienden a ser incómodos. Para algunos probablemente un sitio con encanto, para otros unas instalaciones muy justitas, lo dejo a criterio del lector. La comida del pasado Jueves ha sido, empero, una grata sorpresa. Es cierto que contaba con alguna referencia positiva, en este caso proveniente de mi circulo próximo, pero ya sabéis que eso nunca es una garantía. Acogidos a un descuento promocional, decidimos prescindir del menú de mediodía -de 13 € si no me equivoco- y pedir, directamente de la carta, unos entrantes para compartir y un segundo plato individual.

Me gustó la ensaladilla


equilibrada, sin exceso de mayonesa, con la acidez proporcionada por los encurtidos -para mi esencial- y con el frescor que le da la ralladura de lima, punto este último muy interesante.

Las Tostas de sardina ahumada con verduritas


bastante buenas, sin exceso de sal -que a veces pasa con este tipo de sardinas-, el punto claramente mejorable era la propia tosta, o sea el pan, que en este caso eran una finas tostas de supermercado.

Los Figatells de sepia estaban muy ricos, venían con una salsita de tomate seco y miel


y también cacahuetes picados por encima. Quedaron jugosos y con una buena textura, además la combinación de sabores funciona perfectamente.

Las Albóndigas de ternera al curry rojo


estaban buenas, carne sin añadidos extraños y una salsita ligeramente picante. Yo la habría hecho mas picante pero entiendo la moderación en un restaurante generalista, ya que el publico medio en Valencia es bastante reacio al picante, si la paella llevase chiles otro gallo cantaría...entiéndase esto como una broma, no como una provocación. El cilantro, que a nadie deja indiferente, contentó a los cilantrófilos como yo y fastidió a los cilantrófobos, esto es algo que no tiene solución, es como la calefacción o el aire acondicionado en un espacio con mucha gente, es imposible contentar a todos.

Y llegado el momento de los platos principales, excepto la elección aislada de una Quinoa a la cubana -analogía del arroz a la cubana con quinoa en lugar de arroz y yuca en sustitución del plátano-, el resto optamos por la Costilla de ternera del Valle del Esla


De un aspecto -y también un tamaño- imponente. Al menos en mi caso la grasa estaba concentrada en la parte superior por lo que la pude quitar muy fácilmente para comerme la carne, que estaba sabrosa, tierna y de un bonito color sonrosado. La salsa -en apariencia una demi-glace o salsa española- resultaba perfecta para realzar aun mas el sabor de la carne. La disfrutamos, aunque no pudimos acabarla debido a su gran tamaño. Como posible mejora sugiero poner una pequeña salsera para poder añadir un poco más de salsa conforme vas comiendo la costilla.

Pedimos un par de postres para compartirlos, en el Pastel de zanahoria -también se puede llamar así, no sólo carrot cake...-


el bizcocho me pareció bastante jugoso y no empalagoso, el aroma de las especias se dejaba sentir agradablemente.

Sin embargo el que más me gustó es esa especie de reminiscencia de las meriendas de nuestra infancia que es el Chocolate con pan, aceite y sal.


que no es otra cosa que eso, espesa mousse de chocolate negro, aceite, escamas de sal y trocitos de pan tostado. Un postre que, como nos confesó el camarero, hacía Vicente Patiño -con quien estuvo trabajando- hace tiempo.

Lo recomiendo, comida sin excesivas complicaciones, bien elaborada. Cuentan también con terraza en Antiguo Reino de Valencia. Buena atención, solo falta un poco de comfort, debido a la incomodidad de los asientos, tema perfectamente solucionable.


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Nozomi Sushi Bar

Si tuviese que definir en una palabra la experiencia de comer o cenar en Nozomi esta sería elegancia, si fuese en una frase sería "la elegancia de la sencillez". El local es realmente precioso, la madera de color claro, la iluminación y ese origami de "almendros en flor" crean una atmósfera de gran serenidad y comodidad. La comida es, en algunos momentos, de una sutileza que emociona, el producto, la técnica y la sensibilidad se dan la mano para conseguir unas piezas de sushi y sashimi memorables. El servicio y el trato al cliente son una prolongación de la cocina, coordinación milimétrica, control absoluto de los tempos y una atención exquisita. Todo fluye en Nozomi, todo sucede de una forma tan natural que parece fácil, aunque por supuesto no lo es. Si a esto le unimos que, para la calidad que ofrecen, el precio es realmente competitivo, especialmente el del menú degustación, no es de extrañar que sus mesas sean las más codiciadas de toda Valencia, deberéis reservar con una antelación considerable si queréis ir en fin de semana pero la espera os merecerá la pena con creces, sin ninguna duda.

Pasemos a comentar el menú degustación de anoche, que comienza con el único pase en el tenéis que realizar una elección, entre la sopa de miso o la ensalada de algas y pepino -sunomono-. Nos decidimos por la ensalada, que lleva alga wakame, pepino y un sashimi de lubina.


Hay gente a la que no le gusta el alga wakame por su textura, hay que reconocer que su masticación es trabajosa, a mi personalmente me gusta. La ensalada va aliñada de forma muy equilibrada con el típico aliño de soja, mirin, vinagre de arroz y sésamo, un comienzo muy ligero que nos prepara para los platos que están por salir.

Seguimos con el Tartar de salmón con aguacate y huevas de arenque


Salmón de muy buena calidad cortado en trozos medianos para apreciar su textura, las huevas de arenque y la salsa de soja, que se sirve ya en la mesa, le aportan intensidad de sabor. No obstante las cantidades están ajustadas para que el salmón siga siendo el gran protagonista, cualquier amante del salmón como yo a buen seguro que lo disfrutará.

El siguiente pase es uno de los más impactantes, sashimi de calamar, de vieira y de gamba.


Los tres mariscos deben ser extremadamente frescos para comerlos crudos, especialmente el calamar, que de lo contrario puede resultar un autentico chicle, yo por ejemplo para hacer ceviche lo escaldo unos segundos para cambiarle la textura. Este calamar tenía una textura esponjosa increíble y un sabor espectacular, y lo mismo podríamos decir de los otros dos bocados, untuosidad, sedosidad y mucho, mucho sabor. También muy buena el alga codium, que aporta un sabor yodado bastante pronunciado.

El usuzukuri de dorada con aceite de trufa estaba bueno


a pesar de que no me gusta este producto, el aceite de trufa -si la trufa-. No voy a entrar de nuevo en el eterno debate de los aceites de trufa naturales y sintéticos, no tengo porque desconfiar y no voy a hacerlo, simplemente es un aroma que para mi resulta demasiado agresivo.

Entramos en territorio nigiri, con tres pases que rozan la perfección, digo rozar por aquello de concebir la perfección como un ideal formalmente inalcanzable, no porque sugiera ninguna mejora. El primero es el de salmón flambeado con mayonesa japonesa y huevas de salmón.


Delicioso, lo tiene todo, el sabor del salmón, en este caso con el toque ahumado que le da el soplete, la jugosidad que aporta la mayonesa y el toque salino de las huevas. He de reconocer que no fui del todo un buen comensal, ya que la recomendación era comer los nigiris sin salsa de soja -cosa que hice- y con las manos -cosa que no hice-. Un puntito de rebeldía, jeje.

De los dos siguientes nigiris no tengo imagenes, en este tipo de menús muchas veces se producen descuidos así, no es sencillo estar todo el tiempo pendiente de sacar la foto, cuantos mas platos hay mas aumenta la probabilidad de olvidarse de alguno. De todas formas ya os digo que el de jurel -un pescado que me encanta- con aceite de humo -si, aceite con sabor ahumado- estaba sensacional, y lo mismo el de pez mantequilla con trufa -esta vez si con trufa picada-. Bocados intensos y al mismo tiempo delicados, cada uno de ellos un pequeño viaje al valhalla.

Los makis también son de gran nivel


Los de cangrejo con aguacate -cangrejo, no surimi- estaban muy buenos, tenia además algo crujiente dentro que no estoy seguro de lo que era, quizás cebolla frita. Y los de setas shitake, que por cierto creo es la primera vez que como sushi con shitake, mas suaves pero igualmente magníficos. El arroz del sushi, elemento de importancia vital, tenía un punto inmejorable, suelto, perfectamente cocido, y con la cantidad adecuada -que en mi opinión debe ser discreta- de vinagre y de azúcar. No hay cosa que mas odie en el sushi que un arroz pasado, dulzón o superácido.

Los temakis con piel de salmón frita y aguacate están buenos


aunque en mi opinión no tienen el mismo nivel que las piezas precedentes. Quizás les faltaría algo mas de pescado o un elemento que les aporte mayor sabor y frescor.

La cena termina, si así lo deseáis -para mi fue suficiente-, con un helado de te verde muy convincente


que os refrescará el paladar sin haceros olvidar las maravillas degustadas. En mi caso pasé del helado de té al té caliente -también verde- para terminar la velada.

Nozomi es un punto de peregrinación obligado para todos los amantes del sushi de Valencia y alrededores, que nunca defrauda las expectativas -de por si muy altas-, de todos los que, casi con reverencia, cruzan por primera vez sus puertas. ¡¡¡¡¡Banzai!!!!!


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A Contracorriente

La primera señal de alerta debería haber sido el número anormalmente elevado de opciones para un menú de mediodía a precio asequible -ya sabéis que por lo general desconfío de las cartas largas- la segunda el carácter heteróclito y sin demasiada ilación de la oferta gastronómica, donde podemos encontrar desde una titaina hasta unos noodles "estilo thai", complicado de entender el "concepto gastronómico". El menú cuesta 11,50 € e incluye primero, segundo, postre y una bebida, estos fueron nuestros primeros, empezando por el Tartar de atún con aguacate, que siempre está presente en todos los sitios donde no tienen muy claro que cocinar, ya que es un plato que cuenta con legiones de adeptos -todos lo pedimos, así que me incluyo-.


Ultimamente no necesito probar los platos para saber si me van a gustar, al menos si son platos que conozco bien, solo con verlos es suficiente. Parafraseando al torero de Ubrique, en dos palabras, "in-comestible", sobretodo por estar extremadamente dulce. Cuando se lo comuniqué al camarero me dijo que era por la salsa hoisin y la salsa perrins, que son dulces -y también saladas-, tengo que decir que le doy toda la razón, si le echas a algo una cantidad excesiva de condimentos o salsas dulces...pues está muy dulce, son matemáticas. Cuando se dispone de un género de una calidad ínfima a veces se intenta enmascarar aliñándolo hasta que casi desaparece. Si le quitas el atún el tartar, apuesto a que sabría exactamente igual, o casi.

Como sustitución vinieron estas croquetas de "rabo de toro", que se podían comer pero estaban muy lejos de ser unas buenas croquetas


Un tanto requemadas -excesivamente fritas-, con exceso de aceite y con una superficie irregular, como con cráteres. La bechamel no sabía mal, a carne de ternera indeterminada, no habríamos sospechado que eran de rabo, si es que lo eran.

En los segundos ya hubo mas variedad, ninguno pedimos lo mismo. Empiezo hablando de lo mío, los noodles estilo thai


No están malos pero la verdad es que tienen poca gracia, y de nuevo nos encontramos con el abuso de las salsas dulces -no sabría precisar exactamente cual, quizás kechap manis, o sea salsa de soja dulce- no tan exagerado como en el caso del tartar pero que hace que resulte empalagoso. Por cierto nunca he visto unos noodles orientales servidos en un plato liso y rectangular, y para comer con tenedor.

Probé los otros platos, como este arroz negro "meloso" que en realidad estaba seco


pasado de cocción y sin sabor.

Los raviolis de alcachofa con gorgonzola y nueces no subían el nivel


terriblemente insípidos, no sabían absolutamente a nada.

Y con el Wok de salmón teriyaki y arroz salvaje -que no se porque se llama así porque no es un salteado-


volvemos al abuso del azúcar, en este caso en forma de salsa teriyaki -y quizás algo mas- a cascoporro. El salmón estaba completamente seco, lo cual si es malo en cualquier pescado, en el caso del salmón lo hace durillo de comer. Por cierto, que eso que hay debajo del arroz NO es arroz salvaje sino arroz integral, que no tiene nada que ver, ni siquiera se parecen.

Llegamos a los postres, donde destaca el Canutillo de mousse de chocolate.


quizás el postre con aspecto mas escatológico que haya visto en mi vida. Un cilindro de color marrón oscuro envuelto en algo parecido a un cannoli de color beige...sin duda poco atrayente, no creo que sea necesario entrar en detalles. Curiosamente el relleno, una mousse industrial de sabor estándar, se podía comer, mientras que la masa crujiente tenia un sabor desagradable.

El otro postre ya no lo quise probar, era un flan creo de café


servido al revés -parece que la parte superior presentaba problemas estéticos- y con un acompañamiento un tanto ingenuo.

Comida de corte industrial que visualmente representa exactamente el sabor que después te encuentras. Un papel muy duro para los camareros el tener que vender y defender esta comida indefendible. Una experiencia muy negativa de la que no puedo rescatar nada, en restaurantes como éste el mejor ingrediente es el olvido.
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