Restaurante Kiaora

Recientemente tuvo lugar en Valencia la 3ª edición de Valencia Cuina Oberta, tras el éxito rotundo de las dos anteriores.
Tras un sesudo análisis de los menús de los nada más y nada menos que 82 restaurantes que participaban en el evento nos decidimos por una apuesta de cocina creativa. El menú, con platos bastante técnicos y elaborados y materias primas un tanto exóticas despertó enseguida mi curiosidad. Acudimos pues con mucha expectación aunque también con el punto de recelo que se experimenta cuando se prueban cosas nuevas.
El decorado minimalista del comedor permite otorgar todo el protagonismo a la comida, lo cual es siempre un acierto. Si acaso diré que las sillas de enea, aunque armonizan perfectamente con la vocación ecológica del restaurante, son un pelín incómodas.

En primer lugar nos sirvieron una crema de calabaza con cabrales, crujiente de regaliz y taboulé de cus-cus y menta


La crema tenía una textura ligera y untuosa. El toque de cabrales era lo suficientemente suave como para no enmascarar el resto de sabores y las bolitas de sémola aportaban un contraste de textura muy agradable. No fui capaz sin embargo de percibir a nivel gustativo la presencia, demasiado sutil, del regaliz. Un excelente aperitivo.

A continuación nos sirvieron una ensalada de hojas y brotes variados con vinagreta de escaramujo y aceite de avellana texturizado


Las fresquísimas y crujientes hojas olían a jardín. Pocas cosas pueden oler y saber más a naturaleza. El aceite de avellana tenía una sorprendente textura en forma de polvo que al mezclar la ensalada se disolvía al humedecerse con la vinagreta. No fui capaz en este caso de identificar el sabor del escaramujo básicamente por no haber probado antes este fruto. El conjunto resultaba fragante, aromático y equilibrado.

El último entrante fue un huevo cocinado a baja temperatura sobre un nido crujiente de fideos de alubia, tierras de embutidos y espuma de jabugo y dátiles


 
Varias cosas llaman poderosamente la atención en este plato. Los fideos resultaban casi etéreos y eran tan crujientes y gasificados que al moverlos se oía un "susurro". La tierra de embutidos realmente consistía en "carne vegetal", es decir, elaborada a partir de soja texturizada y probablemente sometida a algún proceso de liofilización para conseguir esa textura. La espuma de jabugo y dátiles era deliciosa, si bien de un sabor impreciso, difícil de describir. La yema y la clara del huevo, poco cuajado, servía de salsa natural para poder entrelazar los diferentes sabores y texturas. Sugerente, ligero y exquisito.

El plato principal fue un arroz rojo de gamba rayada en dos texturas con agua de gambas, cebiche de langostinos y alioli de achiote


Se trata de una reinterpretación muy original e imaginativa del típico arroz a banda. El color rojo del arroz y del alioli se ha conseguido empleando achiote. Se trata de un fruto tropical cuyas semillas se emplean como un potente colorante natural.
El arroz inflado, que popularizó en su momento el Bulli como tantas otras técnicas utilizadas hoy en día de forma cotidiana en restaurantes de todo el mundo, simula el sabor del socarrat en un arroz tradicional. Es un juego divertido y francamente ingenioso. El jugo de gambas reducido reforzaba aun más el sabor a gambas del plato y el alioli resulta casi obligado cuando se hacen ciertos arroces de pescado en Valencia, vanguardistas o no. Riquísimo el ceviche con lima y cilantro. En cuanto al arroz en si, excelente y en el punto justo de cocción.

El postre fue un yogur de níspero autóctono con chips de cítricos y tostada de cacao. No me gustó y no lo acabé. Cierto es que no me entusiasma el yogur, pero prefiero otros que he probado de sabores más convencionales. No os puedo enseñar una foto puesto que me despisté y no la hice a tiempo. ¿Casualidad o acto fallido freudiano?

Una excelente comida y un excelente restaurante, absolutamente recomendable para los que les gusta probar cosas diferentes. Y para los que puedan pagarlo ya que fuera de promociones no resulta especialmente barato.
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Pisto con boquerones y vinagreta de pasas

Aunque se parece bastante a una coca, esta receta es más sencilla ya que no tenemos que hacer la masa y hornearla. En su lugar usaremos unas tortitas de maíz que podemos comprar ya preparadas. La idea la saqué de un libro de recetas de Juan Mari Arzak. Por otra parte la vinagreta de pasas se la vi hacer a Carme Ruscalleda en algún programa de televisión (no recuerdo cual). Este es un mecanismo que utilizo con frecuencia a la hora de intentar crear una receta, es decir, intentar ensamblar ideas y técnicas que he visto o leído por ahí y aplicarlas de la forma en la que creo que obtendré el resultado que persigo.
El objetivo de este plato era presentar cantidades de degustación de pisto con pescado azul de una forma ligera, original y atractiva. A juicio de mis invitados se consiguió. 


Ingredientes

- 1 cebolla
- 1 puerro
- 1 pimiento rojo
- 1 pimiento verde
- 1/2 calabacín
- 1/2 berenjena
- 1 trozo de calabaza (misma cantidad que de calabacín)
- 4 o 5 tomates maduros
- 2 dientes de ajo
- 4 boquerones
- 2 tortitas de maíz
- Pimienta negra molida
- Perejil
- Aceite de oliva virgen
- Vinagre de jerez
- Unas cuantas pasas
- Sal

Preparación

Boquerones
Le quitamos la cabeza, tripas y espinas a los boquerones de forma que nos queden unidos los dos filetes. Los lavamos bien, los secamos y los tapamos con papel film.
Tortitas
Cortamos unos rectángulos de tortita de aproximadamente el mismo tamaño que los boquerones.
Vinagreta de pasas
En una picadora trituramos las pasas con el aceite de oliva, un poco de vinagre, un poco de pimienta negra molida y un poco de sal. Introducimos la vinagreta en un biberón para salsas.
Pisto
Picamos en cubos pequeños todas las verduras para el pisto. Pochamos primero la cebolla, el puerro y los pimientos ya que necesitan más tiempo que el resto. Cuando la cebolla y el puerro comiencen a estar transparentes añadimos el calabacín, la calabaza y la berenjena. Cuando esté todo bien pochado añadimos el ajo y una vez que se dore añadimos el tomate cortado en daditos. Personalmente me gusta más poner el tomate así que no triturarlo ya que el pisto queda más suelto, menos pastoso y se aprecia mejor el sabor y la textura de todas las verduras. Cuando el tomate esté cocinado pero no deshecho y el jugo del mismo se haya reducido rectificamos de sal y pimienta y el pisto está ya listo.
Acabado y presentación
En una sartén o plancha ligeramente engrasada doramos un poco las tortitas por ambos lados. En la misma plancha hacemos los boquerones.
En cada plato ponemos una de las tortitas, encima un poco de pisto y sobre este un boquerón con la parte de la piel hacia arriba. Salseamos de forma leve con la vinagreta y decoramos con perejil picado.

Este plato admite por supuesto muchas variantes. El pisto lo podemos hacer con la combinación de verduras que más nos guste, no necesariamente la que nosotros hemos usado. Y en lugar de boquerones podemos usar cualquier otro pescado azul, un filete de sardina, un trozo de caballa, atún, etc...
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Crema de alubias blancas y gambas

La receta que os propongo hoy es una crema sencilla, distinta y deliciosa. Puede ser una manera excelente de comenzar una comida o cena que casi con total seguridad encantará a vuestros invitados. También puede ser una buena forma de iniciar en el mundo de las legumbres a aquellos que son reticentes a comerlas.
Y desde luego, junto con otras muchas recetas, ayudará a desterrar esa asociación injusta y desafortunada que suele hacerse de las legumbres con guisos pesados y grasientos.





Ingredientes

- 200 gramos de alubias blancas (en remojo desde la víspera)
- 1 cebolla
- 1 puerro
- 1 diente de ajo
- 1 hoja de laurel
- 10/15 granos de pimienta negra
- 15 gambas grandes
- Aceite de oliva
- Sal

Elaboración

Picamos la cebolla, el puerro y el ajo y los pochamos bien en una olla a presión. Después añadimos el laurel, la pimienta, las alubias escurridas y un poco de sal. Cubrimos con agua y cerramos la olla. En el momento que suba la válvula dejaremos cocer durante 45 minutos si es una olla a presión convencional y menos si es una olla rápida.
Mientras tanto pelamos las gambas. En una sartén ponemos aceite y doramos a fuego suave las cabezas y las cáscaras de las gambas hasta que tomen color. Colamos el aceite y reservamos.
Una vez que hayan transcurrido los 45 minutos abrimos la olla. Si vemos que tiene demasiado caldo seguimos cociendo con la olla destapada para que reduzca un poco. Añadimos las gambas peladas que se cocerán en 2 o 3 minutos. Añadimos también la mitad del aceite de gambas y trituramos bien todo con la batidora.
Es conveniente colar la crema para eliminar las pieles de la alubias y que la textura sea bien fina. Probamos y rectificamos de sal si fuese necesario.
Servimos en platos hondos o cuencos y adornamos con un hilo de aceite de gambas y con cualquier otra cosa que se nos ocurra. Nosotros le hemos puesto unas semillas de amapola como puede verse en la foto.
 Esta receta puede hacerse también con garbanzos si os gustan más que las alubias.
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Ajoarriero

Siempre me ha parecido sorprendente que en Europa durante muchos años se consideró a la patata como un producto no comestible y hasta se prohibió su cultivo. Fue el gran agrónomo y nutricionista francés Antoine-Augustin Parmentier quien consiguió que se cultivase y se empezase a consumir. Desde entonces ya conocéis la historia, la patata se ha convertido en un alimento que por su bajo coste, alto contenido en carbohidratos y versatilidad culinaria juega un papel fundamental en nuestra dieta. En este sentido resulta especialmente ilustrativa y dramática la Hambruna Irlandesa de la patata, cuya escasez provocó más de dos millones de muertos y un brutal movimiento migratorio hacia otros paises.
Finalizada esta breve digresión, vamos ya con nuestra receta, que para mi es uno es esos platos tradicionales cuya exquisitez resulta soprendente por la sencillez de sus ingredientes y de su preparación. Es básicamente un puré de patatas y al mismo tiempo es mucho más.



Ingredientes

- 1 kg de patatas "nuevas" bien lavadas
- 300 gramos de bacalao desalado
- 1 o 2 dientes de ajo
- Aceite de oliva virgen
- Agua
- Sal
- Perejil

Preparación

Cocemos las patatas en abundante agua hirviendo con un poco de sal (hay que ser moderados ya que la cantidad final de sal dependerá del punto de desalado del bacalao). Es mejor cocerlas con la piel ya que se preserva mejor el sabor en el interior de la patata y al mismo tiempo el caldo de cocción tomará más sabor.
Una vez que estén cocidas las pelamos y las trituramos. Yo prefiero utilizar el pasapurés ya que la textura que se obtiene es la que más me gusta, pero se puede usar un simple tenedor, una maza de mortero, un aplastador de patatas, etc. Eso si, no es aconsejable utilizar una batidora ya que entonces la patata perdería completamente su textura y el resultado final no sería el que buscamos.
El bacalao lo coceremos en la misma agua donde se cocieron las patatas durante unos 5 minutos aproximadamente. Le quitamos la piel y las espinas y lo majamos en el mortero hasta que quede una pasta homogénea. Esta operación resulta fácil de hacer ya que el bacalao queda blandito y prácticamente se deshace. En cuanto al ajo podemos majarlo en el mortero o triturarlo con la batidora en un poco de agua de la cocción.
Mezclamos el puré de patatas, el bacalao y el ajo, que os dará como resultado una masa muy compacta.
Ahora es el momento de "aligerar" el ajoarriero, es decir, de añadir aceite y agua de cocción (un poco más de esta ultima) hasta que quede una textura esponjosa, ligera pero con una cierta consistencia.
Cuando lo tengamos a punto probamos de sal y rectificamos si fuese necesario. En el momento de servir se espolvorea un poco de perejil picado y se echa un chorrito de aceite por encima.
Queda muy bien si se hace unas horas antes y se sirve templado. Sin embargo, la patata ya cocinada pierde propiedades rápidamente y al dia siguiente ya no estará igual.

El ajoarriero se prepara prácticamente a lo largo y ancho de toda la geografía española, con algunas variantes como pasa con cualquier plato tradicional.
Por el norte se le suele añadir pulpa de pimiento choricero (el maridaje del bacalao con el pimiento choricero es de libro) mientras que en la Mancha se suele servir con nueces y huevos cocidos y se llama Atascaburras.
En cualquier caso un plato delicioso, sano y económico, ideal para formar parte de una comida o cena de tapeo.
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Restaurante el Rincón en Valencia



La experiencia me dice que las cenas de grupo con menú cerrado suelen ser una experiencia gastronómicamente decepcionante y esta no fue una excepción, salvo que al esperarmelo la decepción es menor, claro. Alguno de los asistentes me comentaba que lo importante es pasar un rato agradable entre amigos y que el aspecto culinario es secundario. Por supuesto, como aficionado a la cocina y autor de un blog gastronómico, y aun concediendo a la amistad toda la importancia que se merece, no puedo estar más en desacuerdo.
Para no seguir hablando sin datos en la mano paso a contaros en que consistió la cena (para 10 personas a 25 euros por barba)

Entrantes "al centro de mesa", o sea para compartir que hemos dicho toda la vida 

- Patatas Bravas
- Lacón
- Esgarraet
- Puntilla

No pretendo, por 25 euros, degustar platos de alta cocina, pero convendréis conmigo en que se habrían podido escoger unas tapas menos obvias y manidas. La imaginación no parece ser el fuerte de esta casa.
En cuanto al esgarraet hay que resaltar dos puntos negativos, el pimiento era de lata, pasado por la sartén para disimular pero de lata a fin de cuentas y el bacalao estaba sin desalar lo que lo hacía terriblemente salado. El lacón fue servido con el preceptivo chorrito de aceite, un poco de pimentón espolvoreado por encima, que le va bien y...unos cristales de sal, algo absolutamente innecesario en un producto que ya ha sido cocido con sal. Me parece una nefasta moda esta de ponerle los cristalitos de sal a casi cualquier cosa que se saca a la mesa. El exceso de sal no sólo es malo para la salud sino que es un defecto culinario grave.
Las bravas rezumaban aceite de la fritura por doquier, lo que sumado al alioli las convertían en una bomba lipídica. Y los calamares, de tamaño muy superior al que se se suele considerar como puntilla (podríamos estar hablando de chocos o chipironcitos) distaban mucho de estar crujientes, fruto probablemente de una temperatura inadecuada del aceite.
Resumiendo, exceso de grasas, sal y calorías.

Fuente de carne y fuente de pescado

La fuente de pescado contenía diversos pescados a la plancha, tales como dorada, lenguado, emperador, merluza, gambas y calamares. Fue lo que más me gustó, dada mi condición de gran piscivoro. Pero nuevamente me pareció demasiado simple...una verduritas de acompañamiento y/o alguna salsa habrían sido de agradecer.
La bandeja de carne llevaba chuletas de cordero y longanizas. Apenas la probé pero el cordero era de buena calidad. 

En cuanto a la bebida, tengo que decir que la costumbre ampliamente extendida de servir la cerveza en jarras colectivas me parece un absoluto despropósito y un gesto de mala atención al cliente. En primer lugar no te da la posibilidad de decidir que cerveza quieres beber (eso si hay más de una, claro), en segundo lugar la cerveza pierde gas y temperatura, y por lo tanto sabor, tras ser "decantada" de la jarra al vaso. Por último lanza un mensaje muy claro al cliente: no vamos a estar pendientes cada vez que unos de vosotros quiera una cerveza. En ocasiones me he desmarcado y he pedido un tercio de cerveza para consumo propio, con gran sorpresa e incomprensión por parte de todo el mundo, abonando la diferencia en caso de ser exigida. Esto no es una crítica especifica a este restaurante sino que por desgracia es un mal endémico en nuestro país.

La cena terminó con un surtido de flanes y budines industriales rodeados de nata formando una composición desmañada y nulamente apetitosa. Suerte que no suelo tomar postre. 

En cuanto al local en si, la verdad es que me gustó. Está decorado con buen gusto y se cena en un ambiente tranquilo y agradable. La chica que nos atendió fue amable y eficiente.
A los que leáis esto deciros que no se como se comerá a la carta y yendo 2 o 3 personas. Pero este tipo de menús desde luego no son una buena forma de atraer a la gente y que esta vuelva.



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Merluza con mejillones en salsa americana

Entre las salsas que se suelen emplear para acompañar el pescado, la americana ocupa un lugar destacado.
Su origen se remonta hacia el año 1870 y es uno de esos ejemplos en los que la improvisación y una cierta dosis de azar dan como resultado una receta antológica que se ha convertido en un clásico de la gastronomía a nivel mundial. Se acepta, no sin alguna controversia, que su creador fue el cocinero parisino Pierre Fraisse, que había trabajado varios años en Estados Unidos, de ahí el nombre de la receta.  Una noche en la que apenas le quedaba género en su restaurante llegaron unos clientes importantes e inesperados. Mientras los comensales tomaban la sopa, con las verduras que le quedaban en la despensa y unos bogavantes cocinó a toda prisa lo que, con pequeñas variaciones, es la receta que conocemos hoy en día.
Aunque lo tradicional es utilizar bogavantes o langostas para elaborar esta salsa, nosotros vamos a hacer una versión mucho más económica y que da un gran resultado.

Ingredientes

- 1 cebolla
- 1 puerro
- 1 zanahoria
- 1 ramita de apio
- 2 o 3 tomates rojos y maduros
- 2 dientes de ajo
- 8 a 10 cabezas de gamba
- Vino blanco
- 1 vasito de brandy
- 1 guindilla
- 1 cucharada sopera de harina
- 1/2 cucharadita de pimentón
- Estragón
- Pimienta en grano
- 1/2 kg de mejillones
- 4 filetes/lomos de merluza
- Perejil
- 25 cl de agua
- Aceite de oliva
- Sal

Preparación

Picamos finamente el ajo, la cebolla, el puerro, la zanahoria y el apio y lo rehogamos todo


















Cuando toda la verdura esté bien pochada añadimos la cucharada de harina y la media cucharadita de pimentón. Segundos después añadimos las cabezas de las gambas y las doramos


















Es ahora el momento de añadir el brandy y flambear, siempre que vuestra seguridad y la de vuestra cocina no corra peligro. Una vez evaporado el brandy añadimos el tomate rallado y el estragón. Cuando el tomate se haya reducido añadimos el agua y dejamos cocer a fuego lento 20 minutos




















Transcurrido este tiempo pasamos la salsa por el chino apretando bien con la maza del mortero para obtener todo el jugo de las verduras y de las cabezas. No es una buena idea triturar la salsa antes de colarla ya que la textura que obtendríamos no es la que buscamos, salvo que vayamos a hacer un bisquet o crema de marisco


















Reservamos la salsa y ponemos a cocer los mejillones con un chorrito de vino blanco, unos granos de pimienta y las hojas del apio


















Una vez abiertos, si hemos comprado una malla de un kilo una excelente idea es comernos la mitad con un poco de limón como aperitivo, reservando el resto.
En una sartén marcamos los lomos de merluza un minuto por cada lado y después los introducimos en el horno precalentado a 200º de 5 a 8 minutos, según su grosor



















Llega el momento de emplatar. Vertemos la salsa americana en el centro de un plato llano y dejamos que se distribuya uniformemente por la superficie. No hay que abusar de la salsa, no queremos que la merluza se ahogue en ella así que simplemente tiene que formar una fina película.
En el centro ponemos el lomo de merluza y a un lado los mejillones con una de sus valvas. Decoramos con un poco de perejil picado.



Esta salsa puede acompañar a multitud de pescados y mariscos. Son muy típicos y sabrosos los calamares en salsa americana (que se pueden encontrar incluso en conserva aunque yo no los recomiendo).
Añadidla a vuestro pescado favorito y decidme que os ha parecido!
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All i pebre de anguilas

El all i pebre es un plato muy tradicional de la gastronomía valenciana. La anguilas de la Albufera han estado siempre presentes en  nuestros mercados y el all i pebre es sin duda la forma mas popular de cocinarlas.
Sin embargo, no es dificil encontrar gente que no lo haya probado nunca, incluso que no sepa lo que es, por lo que es interesante difundir esta receta. Es muy importante comprar las anguilas vivitas y coleando, no hay mejor garantía de su frescura. Si sentís algún tipo de reparo moral en ajusticiarlas o teméis que, dada su naturaleza resbaladiza, se os vayan a escapar de las manos en el momento de ser guillotinadas, esta labor puede hacerla el pescadero, más curtido en estos lances y que además os las eviscerará y os las cortará en trozos si así lo deseáis.

Ingredientes para 2 personas

2 anguilas pequeñas 
2 o 3 patatas medianas
2 dientes de ajo
10 almendras
1 o 2 rebanaditas de pan
1 cucharadita de pimentón
2 guindillas pequeñas
Unas cuantas hojas de perejil
Aceite de oliva virgen
Agua
Sal

Preparación


Pelamos y troceamos las patatas. En principio para hacer cualquier guiso se recomienda "cascar" las patatas, es decir, introducir el cuchillo en la patata y hacerlo girar. De esta forma se consigue que la superficie del corte no sea lisa sino rugosa, lo que facilita que la patata suelte fécula y la salsa se ligue mejor. En este caso esto no es importante ya que vamos a ligar la salsa con la picada.
En una cazuela, calentamos un poco de aceite y freímos levemente el pimentón y las guindillas, con las precauciones habituales que el pimentón exige para no quemarse, es decir, poco tiempo y aceite no demasiado caliente. Acto seguido añadimos el agua e introducimos las anguilas troceadas. Las anguilas deben de cocerse alrededor de 45 minutos para quedar tiernas. Puesto que el tiempo de cocción de la patata depende mucho de la variedad que estemos usando, teneis que decidir cuidadosamente cual es el momento de introducir las patatas en el guiso. En este caso yo las puse al mismo tiempo que las anguilas y quedaron tiernas pero sin deshacerse, es decir, en su punto.


Mientras tanto tenemos tiempo más que de sobra para preparar la picada. Para ello calentamos aceite en una sarten y freímos los ajos, las almendras y las rebanaditas de pan. Dejamos que escurra el aceite sobrante sobre papel absorbente. Este paso es importante ya que los ingredientes de este plato son bastante calóricos y un exceso de aceite haría que resultase demasiado pesado.
Lo ponemos todo, junto con el perejil, en un mortero o en una picadora


















y picamos


















En la picada es donde se suelen introducir pequeñas variantes. Hay quien le pone una pizca de canela molida, un clavo, etc. Si os gusta y lo hacéis varias veces podéis ir probando.
Ya sólo queda esperar a que las anguilas y las patatas estén listas, es entonces el momento de añadir la picada. Para facilitar la operación podemos agregarle algo de caldo para diluirla un poco antes de añadirla a la cazuela. Sosteniendo la cazuela por las asas hacemos unos movimientos envolventes para que la picada se distribuya uniformemente. Cocemos todo junto 5 minutos para que se integren todos los sabores y dejamos reposar 5 minutos más antes de servir.




Los lectores atentos que conozcan algo de la lengua valenciana (o de catalán, no quiero líos con esto) probablemente se estarán preguntando porque se llama  a esto all i pebre cuando all (ajo) si que hemos usado pero pebre (pimienta) no. Personalmente me gusta mas el puntito picante que da la guindilla, pero lo más tradicional seguramente es ponerle unos granos de pimienta en la picada. Eso ya es cuestión de gustos.
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Casa Camu

Siempre he sostenido que lo mas importante de un restaurante es la comida. Si esto falla, todo lo demas: decoración, trato, precio, etc, no podrán evitar la decepción y el deseo de no volver. Ayer no obstante me sucedió justamente lo contrario.

Foto publicada en Google Maps

Llegamos al restaurante provistos de un cupón de descuento adquirido un par de meses antes en Groupon y después de dos intentos fallidos de reservar ante la gran aceptación que ha tenido la promoción. La oferta a priori era sumamente atractiva.

- 2 platos a elegir de la lista de tostas y ensaladas
- 2 platos a elegir de la lista de sartenes y tablas
- Cerveza de barril ilimitada
- Postre y café

Foto publicada en Google Maps


Todo ello por 25 euros para dos personas. El recibimiento, en un local todavía desierto a las 21:00 (más tarde se llenó) fue de tal gelidez que me hizo pensar que estábamos  ingresando en un gulag. He visto más amabilidad en algunos carceleros de Guantánamo.
Una vez colocados en la mesa que se nos asignó, la camarera, con el entusiasmo propio de un agotado galeote, nos recordó qué teníamos derecho a comer y nos trajo nuestras dos primeras "cañas". Aquí comienzan las consideraciones metafísicas. En mi juventud, una caña era un vaso o copa de alrededor de 25 cl de cerveza de barril. Hemos ido asistiendo en nuestro país a un proceso de progresivo adelgazamiento de la caña, hasta llegar a la grotesca situación actual en la que la cerveza es servida en vasos propios de un chato de vino o en esas diminutas copas en las que se sirve el café con hielo. ¿Motivos? sólo se me ocurre el de la avaricia empresarial, al poder cobrar un precio superior por un "doble", que viene a ser lo que era la antigua caña, a veces incluso un poco menos.
En honor a la verdad hay que decir que no sucede esto en muchos pueblos de nuestra geografía y si en las grandes capitales, como pasa con tantos otros males de la gastronomía actual y también con cuestiones de otros ámbitos.
Pues bien, en el caso que nos ocupa, la cerveza fue servida en unos ridículos vasitos de unos 10 cl.  Tras el primer traguito solicité que por favor se me sirviese en un vaso de mayores dimensiones, ya que de todas formas se podía beber la cerveza que se quisiera. Tras ciertas dudas se me aseguró que mi deseo sería satisfecho... sin embargo al poco tiempo volvieron a aparecer otros dos chupitos de cerveza sobre la mesa. Como pueden imaginar los lectores mi descontento iba aumentando. Vuelvo a hacer mi solicitud, esta vez ya con un poco más de vehemencia, y es en este momento cuando se me confiesa la horrible verdad:
los beneficiarios del cupón de descuento estamos condenados a beber la cerveza en mini dosis y ninguna intercesión, humana o divina, puede modificar esta disposición. Política de empresa.
A estas alturas mi indignación rebosaba ya lo recomendable para la salud y mis protestas fueron tan airadas como inútiles. A todo esto también comimos algo:
  • Tosta de salmón con calabacín y queso brie: una buena tosta, con una buena calidad de salmón y con el sabor del brie potenciado por un leve paso por la plancha.
  • Tosta de solomillo de cerdo con cebolla confitada y pimiento verde confitado: el corte del solomillo, excesivamente fino, no permitía apreciar las propiedades de esta carne. Demasiado confitado le daban un sabor excesivamente dulzón al acompañamiento de la carne.
  • Sartén de setas con taquitos con jamón: vino acompañada por unas excelentes patatas y dos huevos fritos. Suculento y sabroso.
  • Tabla de ternera de añojo: cortada en tiras, la ternera era servida con un gran número de patatas dado (ya no nos cupieron) en un plato que asemejaba una paleta de pintor, con 6 pequeñas dosis de diferentes salsas haciendo las veces de pinturas al oleo. La ternera era tierna y de una calidad más que correcta, lo cual en los tiempos que corren ya es decir mucho.
Una oferta gastronómica sencilla, tradicional, contundente y nada pretenciosa, con bastante buena calidad en los productos y razonablemente bien elaborada que repondrá las fuerzas del más famélico. Pero para los que creemos que las formas son importantes, que la cerveza es una bebida que merece un respeto y que valoramos la libertad  a la hora de decidir que queremos comer y como hacerlo, no es nuestro sitio.
Es una lástima que esta rigidez empresarial, más propia de otros establecimientos de mucha peor ralea, penalice lo que podría ser un buen sitio para una cena informal entre amigos.
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Feria del Marisco Gallego en Valencia

El pasado Sábado estuve en la edición de este año de la Feria del Marisco Gallego, celebrada en el cauce del río Turia, entre los puentes de las Flores y de Calatrava. Llegamos al sitio en cuestión, protegido por una carpa, con tablones en el suelo y rústicas mesas de madera donde sentarse a comer, atraídos por el irresistible olor de las mariscos dorándose en la plancha, como ratones encantados por la flauta de Hamelín.
La cosa empezó a torcerse desde el principio, en el momento en que nos comunican que no quedaban zamburiñas. Bajón instantáneo. La expectativa de poder comer este bivalvo (tan difícil de encontrar en nuestras pescaderías) fresco, cocinado a la plancha, me mantuvo salivando cual perro de Paulov los días previos. Repuesto a duras penas del tremendo varapalo nos decidimos a pedir lo siguiente:

- Cigalas a la plancha
- Almejas a la marinera
- Empanada gallega de bonito


















Las cigalas estuvieron en mis manos cinco segundos después de entregar el ticket, lo cual significa que ya se habían retirado de la plancha antes de que las pidiera. Aun no se habían enfriado del todo y su sabor era bastante aceptable pero habrían mejorado mucho de haberse comido unos minutos antes.
Por su parte las almejas fueron extraídas de un frigorífico donde reposaban, ya cocidas, en el plato de plástico donde se iban a servir y rociadas con una salsa caliente, para compensar. Esta salsa "marinera" a simple vista consistía en un sofrito de cebolla y tomate con algo de vino blanco, todo ello triturado inmisericordemente para mayor comodidad del cocinero o del oficiante de turno.
La empanada gallega fue, como era de esperar al comerse fría, lo mejor de todo. Una masa muy bien trabajada y un excelente relleno de bonito y cebolla.
A toro pasado se ve siempre todo más fácil....sin duda lo más acertado habría sido pedir marisco cocido (gambas, nécoras, buey de mar, bogavante, etc), que no necesita prepararse inmediatamente antes de ser consumido.

No soy insensible al hecho de que lo masivo de un evento de estas características obliga prácticamente a una producción en cadena de los diferentes platos que se van a consumir, lo que va en detrimento de la calidad.
También admito que el hecho de comer marisco (o cualquier otra cosa) al aire libre o casi, en un entorno festivo y de una forma desenfadada tiene su encanto y puede compensar esta merma de calidad. Pero sólo se justifica si va acompañado de unos precios que podamos llamar populares.
Si miráis la carta de precios os daréis cuenta de que son muy similares, si no en algunos casos superiores, a los precios que os pueden cobrar en un bar de confianza por lo mismo pero cocinado al momento y con más esmero. Juzgad vosotros mismos:



El que sólo se vendiesen botellas enteras de ribeiro y albariño y no copas (o vasos) tampoco puede hacer que mi opinión sea más benévola.
En definitiva, un modelo de negocio en el que prima más el marketing que la relación calidad-precio. Rentable, a juzgar por la gran afluencia de público, pero que de seguir así  a la larga puede dañar la imagen de los maravillosos productos de Galicia.
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Tributo a la salsa romesco

En un anuncio de una conocida marca de aceite, Karlos Arguiñano decía: "hay tantas cosas que nos hacen sentir mediterráneos...si tuviesemos que escoger una tal vez no nos pondríamos nunca de acuerdo...o tal vez si". Si me hubiesen preguntado a mi tal vez habría dicho la salsa romesco. Y lo hubiese dicho por dos motivos: por sus ingredientes, genuinamente mediterráneos, y por ser el acompañamiento óptimo para muchos platos y productos de nuestra gastronomía. Y quizás hay algo más: cuando uno elabora esta salsa al estilo tradicional, sin utilizar atajos ni sucedáneos, utiliza técnicas que están presentes en innumerables recetas de cocina tradicional que nos han sido legadas durante generaciones. Ya que esta entrada va un poco en clave publicitaria...
"Romesco. Posiblemente, la mejor salsa del mundo"
El romesco es una salsa muy típica de Cataluña y de todo el levante español. La receta puede variar ligeramente en función de donde se prepare (y del libre albedrío del cocinero). Paso a describiros la manera en la que yo la elaboro.

Ingredientes para la salsa romesco

- 3 tomates medianos maduros
- 1 cabeza de ajos
- 8 a 10 avellanas
- 8 a10 almendras
- 2 rebanaditas de pan
- 2 ñoras (en remojo desde la víspera)
- 1 guindilla (opcional)
- Un poco de perejil
- Vinagre de jerez
- Aceite de oliva virgen
- Sal

Elaboración


Colocamos los tomates y la cabeza de ajos en una fuente para horno, rociamos con un chorrito de aceite, espolvoreamos con un poco de sal y metemos la fuente en el horno precalentado a 200º aproximadamente 45 minutos.  
Al asar los tomates se persigue un doble objetivo: darles ese sabor especial que se consigue con la caramelización de sus azúcares y reducir el contenido de agua para que la salsa quede más ligada.
Mientras el horno hace su trabajo calentamos aceite en una sartén y freímos el pan, las avellanas y las almendras. Escurrimos sobre papel absorbente y lo majamos en el mortero junto con un poco de perejil y la guindilla si os gusta el picante.
Si no sois muy hábiles manejando la maza del mortero, y aunque suponga desviarse un poco de la ortodoxia, podéis usar una picadora (el accesorio picador que traen muchas batidoras de brazo sirve perfectamente).
Abrimos las ñoras rehidratadas y raspando con un cuchillo obtenemos la pulpa.
Cuando los tomates y el ajo estén bien asados los pasamos por el pasapurés. Le añadimos el majado y la pulpa de las ñoras y removemos bien. Llegados a este punto es el momento de "aliñar". Añadimos un poco de sal y un chorrito de vinagre y después vamos ligando la salsa añadiendo el aceite lentamente sin dejar de remover hasta que obtengamos la textura deseada.
Os desaconsejo utilizar la batidora para hacer esta salsa porque obtendríamos una textura completamente distinta y perdería buena parte de su encanto.

El romesco acompaña bien a verduras, pescados y carnes. La última vez que hice esta salsa la utilicé para acompañar unas brochetas de langostinos.

















Para preparar las brochetas descabezar y pelar los langostinos dejándoles la parte de la cola, retirar el hilo intestional haciendo una pequeña incisión, insertar en las brochetas y marcar en una sartén o plancha ligeramente engrasada.

Platos muy tradicionales que incorporan la salsa romesco o alguna de sus salsas satélite son:
  • Xató  o xatonada - Es una ensalada que lleva escarola, aceitunas arbequinas, bacalao desalado, anchoas o a veces atún. Al romesco que se añade a este plato también se le denomina salsa xató. 
  • Calçots - Es un tipo de cebolla tierna que se asa sobre fuego directo y de las que se come la parte interna. Se mojan en una variante de romesco que se denomina salsa salvitxada.
A veces se habla también del "romesco caliente", que contiene la mayoría de los ingredientes del romesco frío aunque nunca vinagre. Normalmente se le añade caldo de pescado y vino blanco y se cuecen en ella pescados, almejas, etc.
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Tartar de salmón, aguacate y mango con ajo blanco de piñones

Existen diversas maneras de preparar el pescado crudo. Junto con el sushi y el carpaccio, el tartar quizás sea la más popular. El tartar por excelencia es seguramente el de salmón (estamos hablando de pescado, o sea que el steak tartar no cuenta), aunque se puede hacer con muchos otros pescados, y la forma más tradicional de prepararlo es con los mismos ingredientes con los que se hace la salsa tártara (exceptuando la mahonesa), es decir, cebolla tierna, huevo cocido, pepinillos en vinagre, alcaparras, sal y pimienta.
En mi opinión es conveniente prepararlo y servirlo en el momento para evitar que el vinagre que contienen los pepinillos y las alcaparras marinen el pescado. Y recordad que se debe congelar el pescado fresco 48 horas para evitar problemas como el temible anisakis.
Os voy a proponer una versión distinta del tartar de salmón y como acompañamiento al mismo un ajo blanco de piñones, del que ya os hablé brevemente en una entrada anterior:























Ingredientes para el tartar de salmón, aguacate y mango (4 personas)

- 100 gramos de salmón crudo sin piel ni espinas
- 1 cebolla tierna pequeña
- 50 gramos de aguacate
- 50 gramos de mango
- 1 cucharadita de jenjibre fresco rallado
- 1 chorrito de aceite de oliva virgen
- El jugo de media lima
- Pimienta negra molida
- Sal

Picamos el salmón, la cebolla, el aguacate y el mango. Añadimos el jenjibre, el aceite y el jugo de lima. Salpimentar al gusto y mezclar bien.

Ingredientes para el ajo blanco de piñones (cantidades aproximadas)

- 50 gramos de piñones
- 100 gramos de pan (sin la corteza)
- 1 diente de ajo
- 200 cl de agua
- 5 cl de aceite de oliva virgen
- 1 chorrito de vinagre
- Sal

El mejor pan es el de hogaza o algún pan con mucha miga y poca corteza. Trituramos todos los ingredientes y colamos si queremos una textura más fina. Lo metemos en la nevera para que se enfríe.

Para emplatar colocamos un aro en el centro de un plato, lo rellenamos, presionamos un poco la mezcla y retiramos el aro. Después vamos vertiendo el ajo blanco en el plato hasta que se distribuya uniformemente alrededor del tartar. Se puede hacer delante del comensal utilizando una jarrita o salsera.
Si no os gusta el salmón crudo lo podéis hacer con salmón ahumado o marinado. También lo he hecho con salmón y pulpo a partes iguales y sale muy bueno, aunque es mejor que cozáis el pulpo previamente porque aunque nunca le he hincado el diente a un pulpo crudo debe resultar correoso. Claro que el protagonista de la película Old Boy, que en una escena de la misma se come un pulpo vivo, no parecía pensar lo mismo.
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El verano es tiempo de gazpachos

Sería muy poco objetivo por mi parte alabar las virtudes del gazpacho ya que estamos hablando de una mis comidas favoritas, si no la que más, pero hay dos verdades que son incontestables. La primera es que es un alimento saludable en extremo (hortalizas, aceite de oliva crudo, etc) con un 0% de grasas saturadas. La segunda es que los ingredientes son económicos, se encuentran en todos los mercados, y por lo tanto es difícil justificar la decisión de comprarlo envasado (mayor precio y menor calidad) cuando una buena batidora hace el trabajo en un par de minutos.
El gazpacho andaluz es más una ensalada licuada que una sopa fría, ya que para hacer esta ultima suele entenderse que se requiere algún proceso de cocción. Suele tomarse como entrante o primer plato aunque la manera tradicional de tomarlo de los andaluces es al final de las comidas, para terminar con un toque refrescante. Claro que si se toman cantidades industriales como yo puede ser un plato único para una cena....sobretodo si se acompaña de algunos tropezones.
Por extensión se suele denominar gazpacho a multitud de elaboraciones frías consistentes en mezclar diferentes ingredientes crudos (vegetales, frutas, frutos secos, pan, lácteos, especias,  etc) troceados o triturados  a los que generalmente se añade agua, aceite de oliva, sal y vinagre o limón.

He aquí algunas de las variantes que suelo hacer en verano:
  • Pipirrana: se diferencia del gazpacho básicamente en que no lleva pan ni agua y los ingredientes van picados en pequeños cuadraditos en lugar de triturados.
  • Cojondongo de gañán: este plato, típico de Extremadura y de tan sugerente nombre es muy similar a la pipirrana pero se le añaden trocitos de pan y un poco de agua helada...a veces también pimentón.  
  • Gazpacho de cerezas: una de mis grandes debilidades, lástima que solo pueda hacerse en temporada de cerezas. Yo al menos lo elaboro a partir de un gazpacho normal sin ajo, sin comino y sin cebolla, añadiendo el licuado de las cerezas...si se os hace un mundo deshuesarlas os diré que con un colador chino y una maza de mortero se obtiene el jugo muy fácilmente.
  • Gazpacho de remolacha: idéntico al de cerezas pero con remolacha. Este tubérculo proporciona un color espectacular al gazpacho y un sabor marcadamente dulce que se contrarresta perfectamente con la acidez del vinagre.
  • Gazpacho de pepino: el más minimalista de todos, se compone unicamente de trocitos de pepino en un agua aliñada con aceite, vinagre, comino y sal.
  • Gazpacho de yogur y pepino: reminiscente del tzatziki, la popular salsa griega, se elabora con yogur (preferiblemente griego pues es menos ácido), pepino, pan, ajo, comino, sal, aceite y vinagre. Versiones más suaves y aromáticas sustituyen el vinagre por limón e incluyen hierbas aromaticas como la hierbabuena. 
  • Ajo blanco: el más tradicional se elabora con almendras crudas, pan, agua, ajo, sal, vinagre y aceite. Se puede preparar también con otros frutos secos, siendo el piñon el que mejores resultados da en mi opinión. Lo típico es comerlo acompañado de uvas moscatel aunque hay multitud de frutas que le van bien. Yo le suelo poner trocitos de melón.
Viendo esta lista tan heteróclita podría llegar a pensarse que "todo vale" pero lo cierto es que varios de los intentos que he hecho de crear nuevos gazpachos han resultado auténticos fiascos. O sea que pensad un poco antes de echar cosas a la batidora...
No he incluido el salmorejo y su pariente próximo, la porra antequerana, ya que por su textura de crema, mucho mas espesa que la del gazpacho, en mi opinión pertenecen a una categoría de platos distinta.
A pesar de que su composición es de sobra conocida, os daré una receta de gazpacho andaluz tradicional que os servirá para estimar las proporciones, sobretodo si lo vais a preparar en un vaso americano de unos dos litros de capacidad.

Ingredientes para el gazpacho

- De 5 a 8 tomates rojos y maduros, en función del tamaño
- 1 Pimiento verde "italiano"
- 2 pepinos
- 2 o 3 rebanadas de pan
- 1 o dos ajos
- Unos cuantos granos de comino
- Una pizca de sal
- Vinagre al gusto
- 5 cl de aceite de oliva virgen
- 15 o 20 cl de agua

Metemos todo en la batidora....






















y batimos hasta que quede homogeneo. Probamos de sal y vinagre y si es necesaro rectificamos y volvemos a batir






















Podéis hacer costrones de pan fritos. Personalmente prefiero tostarlos lentamente en el horno (unos 45 minutos a 80 grados)


Metemos el gazpacho en la nevera y cuando esté bien frío servir y a disfrutar














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Comiendo en Amsterdam

Hace poco estuve en Amsterdam, donde la oferta gastronómica es realmente variada. La facilidad de los holandeses para asimilar otras culturas y las hordas de turistas de todas las nacionalidades imaginables hacen que la ciudad esté repleta de restaurantes asiáticos, argentinos, italianos, españoles, etc...(omito los sitios de comida rápida, pues no nos interesan en este blog) además de aquellos en los que se sirve comida tradicional holandesa.
Es sobretodo respecto a esta última sobre la que me gustaría daros algunas ideas que os puedan venir bien si hacéis una escapada a Amsterdam o cualquier otra ciudad holandesa. El alimento icónico de Holanda ya sabéis que es el queso. Si no sois intolerantes a la lactosa como yo podréis disfrutar de una gran variedad de quesos, sobretodo de las variedades Gouda y Edam, aromatizados o condimentados con todo lo que os podáis imaginar, como por ejemplo el queso con wasabi, de color totalmente verde. Los holandeses disponen de un excelente surtido de pescado fresco de primerisima calidad, como podéis comprobar dándoos un paseo por el mercado de Albert Cuyp (se dice que es el mas grande al aire libre del mundo, con un kilómetro de longitud). A los holandeses les gusta comer los pescados fritos acompañados con alguna salsa como por ejemplo la salsa holandesa, ¿cual si no? Especial mención merecen los arenques crudos, que podéis comprar en puestecitos en la calle y degustar dando un paseo. Y por supuesto los mejillones al vino blanco, acompañados de patatas fritas. Este plato es igualmente popular en la vecina Bélgica. Si os apetece probarlos, os voy a dar una sugerencia - De Staalmeesters en Kloveniersburgwal 127.
http://www.diningcity.com/restaurants/en/netherlands/amsterdam/destaalmeesters
El sitio es realmente bonito y acogedor, los camareros (con los que pude charlar amigablemente) son amables y eficientes y el chef prepara platos con muchas y muy diversas influencias de comida internacional pero con un gusto exquisito.


Si pedís mejillones os traerán una generosísima ración (siendo un fanático de estos bivalvos no fui capaz de terminarmela) en la misma cazuela donde se han cocinado y con su tapa para que no se enfríen si necesitáis tomaros un respiro. Entre las verduras empleadas se cuenta el apio, que le da un sabor muy característico al caldo, a mi juicio acertado. Os traerán también unas excelentes "fries" (patatas fritas) con dos pequeños cuencos de salsas, una  salsa rosa y una especie de alioli muy suave.
Y para acompañar todo esto disponen de un excelente surtido de magnificas cervezas de barril, que os reconciliarán con la cerveza holandesa si como yo abomináis de la Heineken y la Amstel. Este tema requeriría casi un post aparte ya que ha sido sin duda una de las gratisimas sorpresas de este viaje. Probad las cervezas locales, os aseguro que merece la pena. Un sitio ineludible para comer bien en Amsterdam.
La sopa de guisantes es otro plato emblemático, que se suele servir con trocitos de salchicha ahumada (si no os gusta la salchicha, como a mi, pues la apartáis pero probar esta sopa merece la pena).
Y si queréis probar un plato contundente podéis probar el Rijsttafel, un plato de origen indonesio traído por los colonos holandeses y que consiste en diferentes tipos de elaboraciones, servidas en pequeños cuencos (hasta 14) y acompañadas de arroz. Eso si, este plato usualmente se sirve para un mínimo de dos personas y no es especialmente barato.
Y para finalizar, en el apartado de dulces, incluso para alguien no especialmente goloso como yo, las finísimas waffles con relleno de vainilla son algo excelente. En la Warmoesstraat, muy cerca de la plaza Dam hay un sitio donde las preparan en el momento con primorosa habilidad (siento no recordar el nombre). Podéis encontrar aquí diversas delicatessen como por ejemplo una excelente cerveza con chocolate.
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Declaración de intenciones

No soy un profesional de la cocina. Creo que para ellos ya hay otros espacios en los que expresar su arte como programas de televisión, congresos, libros y revistas, web's especialzadas, etc. Soy un simple aficionado a la gastronomía, al que le gusta cocinar y pensar sobre el qué, el cómo y el porqué de la cocina. Y por supuesto me encanta ir a donde me den bien de comer (que no donde me echen de comer, como puntualiza el maestro Arguiñano).  El propósito de este blog es compartir reflexiones y opiniones sobre lo que comemos hoy en día, sobre recetas de ayer, de hoy, ¿de mañana? y también dar mi opinión y conocer la vuestra sobre restaurantes en los que he comido o pretendo comer, quizás también sobre aquellos en los que no he podido comer por no ser millonario. Puesto que vivo en Valencia es natural que me refiera en su mayor parte a establecimientos de esta ciudad pero también hablaré de otros sitios que he conocido en viajes.
No estaría completa esta presentación si no explicase, para el que no lo sepa, el origen de mi pseudónimo. El pistachulín es el ingenioso nombre dado por los chamanes de El Bulli a uno de sus snacks, hecho con pistachos obviamente (foto publicada por Sean Ganann en flickr):


Dicho todo esto, espero ofreceros muy pronto cositas que os puedan interesar sobre este apasionante mundo de la comida porque ¿hay alguien a quien no le guste comer bien?

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