Valencia Orient

Los platos que comimos ayer en Valencia Orient, y los que no comimos, es algo casi anecdótico teniendo en cuenta lo que sucedió después. Tras haber recorrido cientos de restaurantes, con un espectro que abarca desde lo sublime hasta lo infecto, nunca había visto ni recibido un trato tan despótico e intimidatorio. Sin lugar a dudas habría merecido una reclamación por escrito pero como en la práctica no tengo apenas tiempo ni ganas para gestionar este tipo de cosas salvo que no haya más remedio, creo que hago un mejor servicio a la humanidad alertando con esta reseña de lo que os puede pasar si osáis ir a este restaurante con una actitud que no sea sumisa y servil. Pero para intentar entender una situación insólita mejor no nos adelantemos a los acontecimientos y sigamos la cronología de los hechos.

Empezamos con los entrantes, el primero de ellos unas Croquetas de marisco estilo Valencia Orient con mahonesa de aguacate




marisco llevaba más bien poco, básicamente una bechamel con trocitos de verdura y alguna gamba, comestibles pero flojas, en cuanto a la mayonesa de aguacate el aguacate debía estar en proporción homeopática ya que sólo aportaba un muy leve color verdoso y nada de sabor.

Seguimos con unos Shaomai (un tipo de dumpling) de solomillo ibérico y verduritas con salsa de chili dulce



Aunque el dumpling no estaba del todo mal, la masa por ejemplo estaba bastante bien hecha, el solomillo ibérico no sólo no era ibérico sino que dudo mucho que fuese solomillo. La verdad es que si se echa un vistazo a la carta enseguida se da uno cuenta de que los productos que aparecen no casan con los precios,  lo cual hace sospechar, como luego se confirma, que hay poco de verdad y mucho de picaresca. La salsa de chili, de haber picado un poco, le habría dado algo de gracia pero no fue el caso.

Cuando recuerdo los Corazones de vieira con alcachofas en dos texturas




todavía me pregunto que proceso es necesario aplicar a unas alcachofas para que sepan más o menos a corcho o a papel, creo que no sabría conseguir un sabor tan exquisitamente estropajoso. Sólo pude comerme las vieiras, intentando limpiarles esa desagradable papilla.

Creo que éste fue el momento de la cena en la que empezó a tramarse entre el personal de sala, y posiblemente también el de cocina, un plan para deshacerse de tan molestos comensales. Aun no he dicho que al retirar cada plato la camarera nos preguntaba qué nos había parecido a lo que yo fui contestando en cada caso y como es mi costumbre con total sinceridad pero en términos estrictamente gastronómicos, sin usar en ningún momento ningún término despreciativo. La hostilidad flotaba ya en el ambiente.

Y llegamos al momento culminante, que coincidió con la obra maestra del chef, Ventresca de atún con bizcocho de anchoa, crema  mejillón y helado wasabi




Vayamos por partes, la ventresca de atún,  en cuanto a calidad y frescura, producto no de segunda sino de tercera  o cuarta, el bizcocho de anchoas, salado (sé que las anchoas en conserva son saladas pero es una cuestión de poner la cantidad adecuada), el helado de wasabi curiosamente no picaba y tenía un sabor coincidente con el de un helado de pistachos, hubiese estado bien para el postre, la crema de mejillones, no me hagáis decir a que recordaba con ese color y aspecto...no sabía mucho mejor. Resumiendo, un plato espantoso.

Aquí fue ya cuando el jefe de sala, al principio extremadamente obsequioso, decidió quitarse la careta y hacerse cargo en persona de la situación. Tras interrogarnos sobre el plato y mientras escuchaba mis apreciaciones pude observar como su rostro adoptaba una sonrisa sardónica de relajada animadversión. De inmediato decidió retirar el plato por su cuenta y sugerir que si no nos gustaba la comida lo mejor era que pidiésemos la cuenta, ya que nuestros comentarios eran "muy duros" y ellos tenían clientes desde hace mucho tiempo a los que les gustaba la comida que servían. Recuperándome de mi sorpresa y en un ejercicio de autocontrol para no traicionar una conducta, la mía, que considero que es honesta pero siempre educada, contesté que en todo caso esa era una decisión que me correspondía tomar a mi, que había pedido otro plato, Pato laqueado concretamente, que pretendía probar antes de marcharme, y que no entendía que preguntasen mi opinión sobre cada plato si eran incapaces de aceptar una respuesta que no fuese complaciente. Sin llegar a negarse explícitamente a que terminásemos de cenar el sujeto continúo abogando por la conveniencia de que lo dejásemos en ese punto, lo que finalmente me llevó a tomar la decisión de pedir la cuenta básicamente por tres motivos, la difícil tesitura psicológica creada, el temor a que el plato que quedaba por servir fuese aderezado con algún "ingrediente extra" que no entraba en la receta y el temor, no del todo infundado vista la surrealista situación, propia de una película de gangsters, de que el siguiente paso en caso de negarnos fuese llamar a un par de gorilas para que nos echasen a patadas.

Como detalle podría decir que a pesar de tener en la puerta la pegatina de Sodexo se negaron a que pagásemos utilizando cheques restaurante alegando que no los aceptaban los fines de semana, estoy casi seguro de que es mentira y no sé incluso si pueden hacerlo. Pero resulta muy evidente que detrás de todo esto no hay una decisión digamos estratégica, empresarial, de paliar los daños ante un cliente insatisfecho con la comida, todo lo contrario, son plenamente conscientes de que además se granjean la enemistad de una persona indignada, de forma muy justificada, ante el vejatorio trato recibido. La única motivación es demostrar quien es el que manda y que nadie puede ir a tocarles las narices criticando su "estupenda comida", que no sólo es mala de solemnidad sino pretenciosa y elaborada con productos de saldo. Aquí sin embargo, en éste blog, soy yo quien decido lo que se escribe así que pueden ahorrarse cualquier sugerencia de retractación porque no pienso cambiar ni una coma.



 





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