Hay ocasiones en las que la memoria distorsiona nuestros recuerdos y los hace parecer mejores que la situación o circunstancia a la que se refieren. Sin embargo no creo que éste sea el caso, hace ya unos cuantos años desde que visité éste restaurante por primera vez y en aquella ocasión disfruté de una cena que me pareció sobresaliente, todavía recuerdo casi todo, sopa de melón con hierbabuena y crujiente de jamón, buñuelitos de bacalao con judías verdes encurtidas, atún rojo en escabeche ligero, caldereta de bogavante y un postre que no recuerdo. Lo cierto es que en ésta ocasión ya al mismo mirar la carta te das cuenta de que ha experimentado un giro hacia la simplicidad, con lo que ha perdido parte de su atractivo. Si bien siempre ha sido una casa que ha apostado por una cocina tradicional, los platos que ahora ofrecen, y en especial sus entrantes, no son tan sugerentes como lo eran, abundan lo que yo llamo platos sin valor añadido, esto es, platos que me puedo comer en casa exactamente igual comprando el producto en una tienda especializada, jamón de bellota, tabla de quesos, sobrasada, sardina ahumada, etc...
Me gustaría saber cual es la versión del restaurante sobre lo que estoy diciendo, cabe la posibilidad de que haya sido una adaptación para sobrevivir a la crisis ya que ahora se ofrece un menú nocturno económico que no existía antes, o eso creo, y en general los precios de los platos son bastante ajustados. Por todo esto la cena de la que ahora os voy a hablar me produjo una sensación ambigua, por una parte tengo que reconocer que cené bien y por otra quedé un tanto decepcionado.
Vamos con los entrantes, comenzamos con un tomate relleno
El relleno tenía cebollita picada, atún y mayonesa. El tomate en si olía y sabía fenomenal lo cual ya es destacable en estos tiempos de tomates insípidos que nos ha tocado vivir. Un platillo agradable pero al que le faltaba un poco de pegada, algo en el relleno que le diera un poco más de personalidad.
Espléndidas las croquetas de la abuela
con sabor a puchero y un rebozado muy crocante, muy finas y muy bien acompañadas por un suave "alioli".
En cuanto a la sardina ahumada
encuentro del todo incomprensible que a un producto ya salado, y bastante, se le pongan escamas de sal por encima, ¿nos hemos vuelto locos? Incluso raspando con el cuchillo el lomo para quitarle toda la sal que pude resultaba salada en exceso, ¡que ganas tengo de tener mi propio ahumador y hacer ahumados con poca sal!
Sube bastante el nivel en los platos principales, sobretodo en este magret con salsa de mistela y manzana asada
A destacar sobretodo el punto de la carne, muy poco hecha y muy tierna pero también excelentes la salsa y la manzana.
Y en cuanto al guiso de rabo de toro, o quizás de ternera
la carne estaba buena, la salsa tenía ese punto de untuosidad que le da la gelatina del rabo pero un sabor un pelín ácido. Soy consciente de que el rabo se suele guisar con bastante vino y que incluso es bastante tradicional añadirle un poco de vinagre para suavizar el sabor, por todo lo cual no es extraño que tenga un punto de acidez. No era tampoco algo exagerado y el sabor era bastante bueno pero, y aunque suene esto un poco raro, no es el mejor rabo que me he comido.
De postre tarta de chocolate con helado de mandarina
Me remito al mismo comentario de mi anterior articulo, ¿por qué no lo llamamos brownie cuando claramente lo es? Hay muchos tipos de tarta de chocolate y no es lo yo esperaría, al menos hay que reconocer que no estaba tan pesada ni tan empalagosa. El helado estaba muy bueno y acompañaba muy bien.
Como os decía al principio mi impresión general habría sido distinta si no hubiese tenido un punto de contacto anterior, la comida es buena y es un sitio al que recomiendo ir. Es sólo que cuando se generan muchas expectativas y estas no se cumplen, o no del todo, es inevitable un cierto desencanto y extrañeza.
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