La última parada hasta la fecha de nuestro periplo por Chinatown ha sido este restaurante especializado en ramen. Su carta es extraordinariamente concisa, tanto que casi la podríamos resumir en dos especialidades, ramen de ternera y ramen de cerdo, aunque se presentan de diferentes maneras. Puede llevar fideos de ramen normales -hechos a mano a la vista del cliente- o toshomen, que como me explicaron son los mismos fideos pero cortados a cuchillo, más cortos y gruesos. La carne puede ir en tiras finas o picada. Los fideos pueden ir previamente salteados, antes de introducirlos en la sopa. Y después está lo que llaman los guisados, que es lo mismo pero presentado en una cazuela de barro que mantiene mucho tiempo el calor. Encontramos también alguna otra sopa, como la sopa wonton y una sopa de mariscos, y fuera de carta ofrecen algunos entrantes, que me imagino que irán variando según lo que haya en el mercado.
Como suele ser habitual en estos sitios, ninguna licencia a la comodidad -el local es pequeño y el espacio está aprovechado al máximo-, mucho menos al diseño. En todo caso podríamos decir que el trato, a pesar de limitarse al mínimo imprescindible, es un poco menos arisco del que nos hemos encontrado en algunos restaurantes de la zona.
Para picar pedí un plato de Oreja de cerdo fría
, que está mucho más al dente de lo que solemos comerla en España. Ofrece cierta resistencia a la mordida, lo que te hace plenamente consciente de estar masticando un cartílago. Quizás haya gente a la que le de cierta aprensión, pero no está nada mal. La salsita, con un base de soja y ligeramente dulce, resultaba ideal para mojar la oreja, más aún si se le añaden unas gotas de aceite de guindillas, muy picante, que te ponen en la mesa para que te sirvas si lo deseas.
Al poco llegó el Ramen de ternera,
que lleva, además de los ingredientes obvios -ternera, fideos y caldo-, pak choi, ajos tiernos, abundante cilantro -estos dos últimos ingredientes se añaden de forma opcional- y trocitos de alguna seta. La ternera estaba muy buena, incluso sorprendentemente buena. Los fideos también, podría decirse que que son el principal activo de estos sitios donde se preparan casi al momento. En cuanto al caldo, su sabor, ligeramente picante, es agradable -sin ninguna duda es completamente casero- aunque bastante suave. Dista mucho de los caldos de ramen al estilo japonés a los que estamos acostumbrados, concentrados, intensos y llenos de matices. Aunque por supuesto sería un error valorar uno en función del otro ya que son formas completamente diferentes de entender esta sopa. Tenía un sazonamiento realmente mínimo -y eso que soy bastante comedido con la sal-, por lo que pedí salsa de soja. Con un poco de soja y unas gotas de aceite picante, la sopa mejoró de forma considerable y quedó bien apetitosa.
En realidad, sólo con la sopa podéis comer perfectamente y quedar bien alimentados, es una comida nutritiva y reconfortante -en invierno, obviamente-, que además resulta extraordinariamente económica, ya que cuesta cinco euros.
Como en todos o casi todos los chinos, el tema de las bebidas se considera completamente irrelevante, solo hay agua, refrescos y alguna cerveza mala. Es una pena pero es lo que hay.
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