La experiencia de volver a un restaurante y que la calidad de la comida sea ostensiblemente inferior a la que uno recordaba no es sólo decepcionante y triste sino también bastante desconcertante. Es inevitable preguntarse que circunstancias han podido motivar un cambio asi, la hipótesis número uno es la sustitución del equipo de cocina, pero es responsabilidad del dueño o gerente el contratar a cocineros con un nivel acorde a la trayectoria y el prestigio del restaurante. También es plausible pensar que en tiempos de crisis se haya producido una deriva hacia propuestas menos ambiciosas para aminorar la caída de clientela aunque en este caso, dada la ubicación privilegiada en la zona mas turística de Valencia, no lo veo probable. Sea como fuere lo cierto es que la oferta gastronómica de La Lola tiene poco o nada que ver con la que yo conocía de hace algunos años, vamos a comentar en que consistió el menú.
Para empezar una crema de calabacín con espuma de queso
La crema estaba buena y la combinación con la espuma de queso es agradable pero cabe preguntarse si un plato tan casero y sencillo es adecuado como entrante en una cena de restaurante, mi opinión es que no, lo veo demasiado obvio, la típica crema que haces en casa cuando tienes calabacines que se te van a estropear si no los utilizas, creo que es razonable esperar algo más.
El segundo entrante fue un guiso tradicional de garbanzos con cocochas de merluza y berberechos
El guisito estaba bastante bueno, aunque una diminuta cococha y un berberecho por ración parecen puestas para justificar el nombre del plato mas que otra cosa. Seguramente sería imposible de presentar como entrante si no fuese por las coquetas cazuelitas.
Y como ultimo entrante una ensalada de setas, langostinos y jamón de pato
Lo mejor de la ensalada las setas, cocinadas con un toque de ajo y laurel, pero el conjunto la verdad es que resultaba un tanto deslabazado, desde luego los insípidos tomates cherry no ayudaban pero sobretodo la combinación de las setas y los langostinos con las hojas verdes no casaba muy bien, es una ensalada en la te acabas comiendo las cosas por separado.
En cuanto a los platos principales vamos con el atún con ajo blanco y melón
La verdad es que cuesta trabajo entender que un cocinero profesional pueda estar satisfecho de este plato, que bajo mi punto de vista no tiene ni pies ni cabeza. El ajo blanco, insípido y casi líquido en vez de cremoso, me parece un acompañamiento totalmente inadecuado para el atún, que requiere algo fresco, ligero, y no una potente y calórica combinación de almendras, ajo y pan. El melón, que es precisamente un contrapunto a la potencia del ajo blanco y que se emplea a veces para suavizarlo o como guarnición en lugar de las tradicionales uvas, aparece completamente aislado, como un solitario y extemporáneo iceberg. Pero lo más grave de todo es que el atún estaba completamente seco y lleno de fibras blancas delimitando las vetas, casi imposible de masticar. No llegué a comer ni la mitad del plato y cuando expuse los motivos a la jefa de sala, ésta, visiblemente azorada fue a la cocina y volvió pidiendo disculpas y reconociendo que el corte del atún no era de la calidad adecuada, como así había dictaminado el equipo de cocina. La pregunta es porque se sirve un atún sabiendo que es de baja calidad puesto que si son capaces de verlo a posteriori también lo son cuando se corta el atún y en la preparación del plato, de hecho no hay que ser un lince, antes de probarlo y sólo echándole un vistazo ya tenía claro que se trataba de "recortes".
El otro principal fue un crujiente de pollo de corral con crema de espárragos verdes
Un plato realmente anodino, el interior poco más que pollo desmigado, sin especias, salsa o algo que le diese un poco de gracia y la crema recordaba a un potito de bebé. Sigo sin comprender como alguien puede ser tan poco ambicioso o falto de imaginación para concebir un plato así.
De postre una espuma de chocolate blanco con helado de chocolate negro
La espuma de chocolate blanco no sabía a nada por lo que el postre se reduce a una bola de helado de chocolate seguramente industrial de buena calidad servida en una horrorosa lata, que más podemos decir, a mi me daría vergüenza servir algo así.
Una cena mediocre sin paliativos que me dejó un mal sabor de boca máxime por el buen concepto que yo tenía hasta ese momento del restaurante. Por el fiasco del atún no quisieron cobrarnos las bebidas como acto de contrición o simplemente vergüenza torera, un buen gesto pero que por desgracia no es capaz de cambiar el hecho consumado e irreversible de haber experimentado una de las decepciones culinarias más notables y dolorosas de los últimos tiempos.
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Para empezar una crema de calabacín con espuma de queso
La crema estaba buena y la combinación con la espuma de queso es agradable pero cabe preguntarse si un plato tan casero y sencillo es adecuado como entrante en una cena de restaurante, mi opinión es que no, lo veo demasiado obvio, la típica crema que haces en casa cuando tienes calabacines que se te van a estropear si no los utilizas, creo que es razonable esperar algo más.
El segundo entrante fue un guiso tradicional de garbanzos con cocochas de merluza y berberechos
El guisito estaba bastante bueno, aunque una diminuta cococha y un berberecho por ración parecen puestas para justificar el nombre del plato mas que otra cosa. Seguramente sería imposible de presentar como entrante si no fuese por las coquetas cazuelitas.
Y como ultimo entrante una ensalada de setas, langostinos y jamón de pato
Lo mejor de la ensalada las setas, cocinadas con un toque de ajo y laurel, pero el conjunto la verdad es que resultaba un tanto deslabazado, desde luego los insípidos tomates cherry no ayudaban pero sobretodo la combinación de las setas y los langostinos con las hojas verdes no casaba muy bien, es una ensalada en la te acabas comiendo las cosas por separado.
En cuanto a los platos principales vamos con el atún con ajo blanco y melón
La verdad es que cuesta trabajo entender que un cocinero profesional pueda estar satisfecho de este plato, que bajo mi punto de vista no tiene ni pies ni cabeza. El ajo blanco, insípido y casi líquido en vez de cremoso, me parece un acompañamiento totalmente inadecuado para el atún, que requiere algo fresco, ligero, y no una potente y calórica combinación de almendras, ajo y pan. El melón, que es precisamente un contrapunto a la potencia del ajo blanco y que se emplea a veces para suavizarlo o como guarnición en lugar de las tradicionales uvas, aparece completamente aislado, como un solitario y extemporáneo iceberg. Pero lo más grave de todo es que el atún estaba completamente seco y lleno de fibras blancas delimitando las vetas, casi imposible de masticar. No llegué a comer ni la mitad del plato y cuando expuse los motivos a la jefa de sala, ésta, visiblemente azorada fue a la cocina y volvió pidiendo disculpas y reconociendo que el corte del atún no era de la calidad adecuada, como así había dictaminado el equipo de cocina. La pregunta es porque se sirve un atún sabiendo que es de baja calidad puesto que si son capaces de verlo a posteriori también lo son cuando se corta el atún y en la preparación del plato, de hecho no hay que ser un lince, antes de probarlo y sólo echándole un vistazo ya tenía claro que se trataba de "recortes".
El otro principal fue un crujiente de pollo de corral con crema de espárragos verdes
Un plato realmente anodino, el interior poco más que pollo desmigado, sin especias, salsa o algo que le diese un poco de gracia y la crema recordaba a un potito de bebé. Sigo sin comprender como alguien puede ser tan poco ambicioso o falto de imaginación para concebir un plato así.
De postre una espuma de chocolate blanco con helado de chocolate negro
La espuma de chocolate blanco no sabía a nada por lo que el postre se reduce a una bola de helado de chocolate seguramente industrial de buena calidad servida en una horrorosa lata, que más podemos decir, a mi me daría vergüenza servir algo así.
Una cena mediocre sin paliativos que me dejó un mal sabor de boca máxime por el buen concepto que yo tenía hasta ese momento del restaurante. Por el fiasco del atún no quisieron cobrarnos las bebidas como acto de contrición o simplemente vergüenza torera, un buen gesto pero que por desgracia no es capaz de cambiar el hecho consumado e irreversible de haber experimentado una de las decepciones culinarias más notables y dolorosas de los últimos tiempos.