Hasta ahora no hemos hablado de un equipamiento de cocina que es uno de los últimos gritos en el mundo de la gastronomía profesional y que a su vez supone una vuelta a los orígenes, al mundo de los fogones sin gas ni electricidad. Estamos hablando del horno Josper, una combinación de parrilla y horno de brasas que tiene como principal objetivo proporcionar un sabor ahumado, a brasas, a todo lo que se cocine en su interior. Como veremos más adelante el Josper es uno de los pilares en los que se basa la cocina de la Casa di Sophia, un restaurante al que para llegar de noche hay que atravesar un par de calles siniestras, al menos por el camino que yo tomé, pero que una vez dentro sorprende por su elegante comedor, con decoración un tanto "vintage" y al mismo tiempo moderna, si la contradicción es admisible, y que junto con la iluminación y el hilo musical crean una atmósfera acogedora y relajante. La carta es bastante escueta lo que simplifica bastante la elección. En primer lugar llegaron unos Mejillones al carbón:
Con muy poco margen de error, mantequilla, vino blanco, ajo, laurel, pimentón y pimienta. Cuando la camarera me preguntó que me parecía le contesté que no notaba el "carbón" por ningún lado, ningún toque ahumado, la verdad. Tras regresar de la cocina los argumentos sonaban un tanto prefabricados, "reconociendo" que mi afirmación era cierta y que el motivo era probablemente que se habían sacado prematuramente de las brasas. Dos cuestiones, la primera: ¿cómo es posible saberlo si no quedaba ningún mejillón? No creo que alguien pruebe el caldo en el que otros han metido los dedos, ¿o si? y la segunda, si los mejillones ya estaban abiertos y se dejan más tiempo pues se habrían pasado y habrían quedado duros. En fin, no me cuadra, sobretodo no me cuadra cobrar catorce euros por un producto con un precio de mercado tan bajo, no estamos en Bélgica...
El siguiente plato fue un Tataki de pez mantequilla
Creo que hasta la fecha sólo había probado el pez mantequilla en nigiris y sashimi y este tataki me pareció realmente fantástico, pescado tierno (de ahí su nombre), fresco y delicioso, muy bien cortado y magníficamente acompañado de trocitos de mango, una mayonesa con toques de sésamo, quizás de jenjibre y una salsita picante de color rojo de la que la camarera me dijo el nombre pero no lo recuerdo ahora mismo. Sólo por este tataki merece la pena venir a cenar aquí.
El sabor a brasa que no tenían los mejillones no le faltaba a éste plato de Pulpo a la brasa
Delicioso el pulpo con el sabor de la brasita y deliciosa la patata, tierna por dentro como una tortilla jugosa y socarrada por fuera, con una capa crujiente de lo más apetitosa. Menos convincente la suave crema de queso que podría haber redondeado el plato con un sabor un poco más acentuado a queso curado que el plato habría aceptado perfectamente, aunque reconozco que esto puede ser opinable.
En el apartado de postres desigual nivel, el personal de sala recomendó muy enfáticamente la sopa de chocolate blanco con frutas pero los postres que se probaron fueron la Tarta de chocolate y zanahoria con espuma de mascarpone.
Me gustó mucho el bizcocho, húmedo y con una textura y sabor excelentes, nada empalagoso y bien acompañado con la espuma de mascarpone, claramente identificable como tal.
Peor impresión sin duda causó el Soufflé líquido de chocolate
Es cierto que el nombre del postre es soufflé líquido pero yo esperaba algo tipo Coulant con un interior líquido y un exterior abizcochado, nada de eso, completamente líquido, recordaba a la mezcla para un bizcocho de chocolate antes de meterla en el horno, por cierto los niños se vuelven locos repelando el bol de la mezcla con la lengua...para mi un postre incomprensible.
Una cena desigual con bastantes lagunas, quizás en una segunda se podría pedir con más acierto. A quien vaya recomiendo pedir las delicias de patata, las vi en otras mesas y lamenté no haberlas elegido ya que el aspecto era incitador. Me quedo sin duda con el memorable tataki.
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Con muy poco margen de error, mantequilla, vino blanco, ajo, laurel, pimentón y pimienta. Cuando la camarera me preguntó que me parecía le contesté que no notaba el "carbón" por ningún lado, ningún toque ahumado, la verdad. Tras regresar de la cocina los argumentos sonaban un tanto prefabricados, "reconociendo" que mi afirmación era cierta y que el motivo era probablemente que se habían sacado prematuramente de las brasas. Dos cuestiones, la primera: ¿cómo es posible saberlo si no quedaba ningún mejillón? No creo que alguien pruebe el caldo en el que otros han metido los dedos, ¿o si? y la segunda, si los mejillones ya estaban abiertos y se dejan más tiempo pues se habrían pasado y habrían quedado duros. En fin, no me cuadra, sobretodo no me cuadra cobrar catorce euros por un producto con un precio de mercado tan bajo, no estamos en Bélgica...
El siguiente plato fue un Tataki de pez mantequilla
Creo que hasta la fecha sólo había probado el pez mantequilla en nigiris y sashimi y este tataki me pareció realmente fantástico, pescado tierno (de ahí su nombre), fresco y delicioso, muy bien cortado y magníficamente acompañado de trocitos de mango, una mayonesa con toques de sésamo, quizás de jenjibre y una salsita picante de color rojo de la que la camarera me dijo el nombre pero no lo recuerdo ahora mismo. Sólo por este tataki merece la pena venir a cenar aquí.
El sabor a brasa que no tenían los mejillones no le faltaba a éste plato de Pulpo a la brasa
Delicioso el pulpo con el sabor de la brasita y deliciosa la patata, tierna por dentro como una tortilla jugosa y socarrada por fuera, con una capa crujiente de lo más apetitosa. Menos convincente la suave crema de queso que podría haber redondeado el plato con un sabor un poco más acentuado a queso curado que el plato habría aceptado perfectamente, aunque reconozco que esto puede ser opinable.
En el apartado de postres desigual nivel, el personal de sala recomendó muy enfáticamente la sopa de chocolate blanco con frutas pero los postres que se probaron fueron la Tarta de chocolate y zanahoria con espuma de mascarpone.
Me gustó mucho el bizcocho, húmedo y con una textura y sabor excelentes, nada empalagoso y bien acompañado con la espuma de mascarpone, claramente identificable como tal.
Peor impresión sin duda causó el Soufflé líquido de chocolate
Es cierto que el nombre del postre es soufflé líquido pero yo esperaba algo tipo Coulant con un interior líquido y un exterior abizcochado, nada de eso, completamente líquido, recordaba a la mezcla para un bizcocho de chocolate antes de meterla en el horno, por cierto los niños se vuelven locos repelando el bol de la mezcla con la lengua...para mi un postre incomprensible.
Una cena desigual con bastantes lagunas, quizás en una segunda se podría pedir con más acierto. A quien vaya recomiendo pedir las delicias de patata, las vi en otras mesas y lamenté no haberlas elegido ya que el aspecto era incitador. Me quedo sin duda con el memorable tataki.