El nuevo proyecto de Vicente Patiño -el restaurante lleva sólo unos pocos meses abierto-, chef de Saiti, tiene como principal eje intentar recuperar, que no reinterpretar, las recetas de la cocina tradicional española, y sobretodo valenciana, todo ello desde el prisma y con el toque del cocinero de Xativa. El restaurante se encuentra anexo a su hermano mayor Saiti y ocupa el local que anteriormente correspondía a Morgado, cerrado tras la jubilación de sus propietarios y gestores. Nuestra primera toma de contacto con Sucar ha sido algo extraña y no todo lo feliz que se presumía, por diferentes motivos. La sensación es que nuestra decisión de optar por el menú Tradición -lo más parecido a un menú del día, tres entrantes, guiso del día y postre- no fue la más acertada, parece que lo pide poca gente o casi nadie ya que cuando se lo comunicamos al camarero se sintió sorprendido, un poco desorientado -no tenía claro que hubiese guiso del día ese día- y posiblemente contrariado, a pesar de que no lo dejó traslucir. Existen dos menús más, el menú Terreta y el menú Brasas, si no recuerdo mal, además de la carta por supuesto. La atención es amable pero el servicio es muy lento, no es un restaurante muy grande -conté creo nueve mesas- y no estaba lleno pero nos costó dos horas poder finalizar la comida, sin pedir café y solicitando la cuenta de forma apresurada.
El primero de los entrantes fue un Esgarraet con capellanet a la brasa y aceitunas negras
Muy sabroso, se servía con unas finas tostadas crujientes.
Siguen unas alcachofas a la brasa con salsa romesco
que si te gustan las alcachofas, como es mi caso, nunca fallan. La gracia está en ir arrancando y mordiendo las hojas externas -como el que deshoja una margarita, aunque esta no solemos morderla- hasta llegar al tierno corazón, que ya nos comemos integramente.
Los Buñuelos de Bacalao también están ricos
Jugosos y con una proporción muy buena entre patata y bacalao, la patata no iba machacada sino en trocitos por lo que tiene una mordida muy interesante.
El guiso del día eran unas lentejas que la verdad es que tenían una pintaza
Tenían un olorcillo ahumado, seguramente habían dejado un poco de tiempo la cazuela sobre la parrilla para que captase el aroma de las brasas. Unas lentejas completísimas con diferentes carnes -pequeñas albóndigas, chistorra, etc, me pareció que llevaba tambien conejo- y verduras -cebolla, pimiento, alcachofa, zanahoria, etc-. Estaban buenas pero podían haber estado sensacionales de no haber sido por dos defectos. El primero de ellos venial, y es que las lentejas estaban demasiado cocidas, casi se deshacían, a mi me gustan con una textura más entera. El segundo fue mucho más grave, el exceso de sal, que me hizo beber algo más de dos litros de agua durante la tarde, una auténtica lástima.
El postre, una tarta de calabaza y chocolate
es bastante insulso en mi opinión, el sabor a calabaza es bastante lejano, y el chocolate de la parte superior parece una crema con alto contenido en mantequilla, como esas que encontrabamos en las bodas de hace veinte o treinta años, no sé como serán ahora porque ha pasado más o menos ese tiempo desde la última que fuí.
Como decía al principio, tengo la impresión de que es mejor pedir a la carta o decantarse por alguno de los otros menús, ya que en algunas de las otras mesas veías cosas que tenían un aspecto muy estimulante.
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