Era un día algo nublado el pasado Domingo, seguramente por ello la sensación de poca luz natural que se siente en este restaurante, cuyo comedor tiene una geometría bastante angosta, era más acusada, si bien se suple perfectamente con una iluminación adecuada y podríamos decir que resulta agradable y acogedor. Además de la carta se ofrecían dos menús, un menú de tapas y un menú con arroz, a dieciocho y veintidós euros respectivamente si mi memoria no me falla. Me apetecía arroz así que opté por la segunda opción, que además incluía tres entrantes y postre. La cosa empezó muy bien pero lo que podría haber sido un rotundo éxito se quedó en una gatillazo parcial, ahora veremos porque.
El primer entrante era una sencilla ensalada de tomate con bonito y mojama, tomate valenciano pelado con bastante sabor, lo cual hoy en día es algo destacable, personalmente no me gusta la mojama, es demasiado salada y además no se puede desalar.
El segundo entrante eran unos Buñuelos de carbón y bacalao
La verdad es que desconozco como se hace exactamente esa película de color negro y sabor ahumado pero el buñuelo estaba muy bueno, con la patata picada en trocitos en lugar de hecha puré lo que le daba una textura distinta que me gustó mucho.
En cuanto a las Gambas al ajillo con ajoarriero
las mejores gambas al ajillo (gambones en éste caso) que he probado en mucho tiempo, el aceite que envolvía las gambas parecía una especie de ajada ya que llevaba ajo y pimentón, el suave y delicado ajoarriero en el fondo del plato hacía de "cimientos" para sostener y acompañar la oleaginosa salsa. Una invitación irresistible a hundir un trozo de pan y rebañar hasta no dejar nada, como así sucedió.
Y llegó el arroz, de alcachofas y cigalas. Muy buena pinta en la paella, aunque no quede constancia ya que se me olvidó hacer una foto antes de servirlo.
Muy buen punto de cocción, un leve exceso de aceite y un no tan leve exceso de sal, una auténtica lástima ya que el sabor "de base" del arroz era bastante bueno pero el exceso salino impedía disfrutarlo. No acabo de entender como pueden suceder estas cosas cuando alguien hace arroces todos los días, debería estar más que medido, bastaría con pesar la sal que se añade con una balanza de precisión, y si no que alguien invente un aparato con una sonda que mida la concentración de sodio en el caldo, ¿existirá ya? En fin, por desgracia, no es la primera vez que me encuentro con este problema y me temo que no será la ultima.
Como postre una Tarta de chocolate negro y dulce de leche, con un intenso sabor a chocolate y una cantidad bien dosificada de dulce de leche para evitar el exceso de azúcar. Muy apetecible aunque una parte hubo que llevársela en una fiambrera ya que la porción era generosa.
La verdad es que si quitamos el arroz lo demás me gustó pero claro, es un defecto demasiado grave para poder pasarlo por alto. Probablemente volvería a este restaurante, pero es casi imposible que volviese a pedir arroz, creo que es bastante comprensible. El menú tampoco estaba bien diseñado, demasiado calórico, el aceite de las gambas, la patata, el arroz, la tarta, todo cosas muy contundentes. Seguramente lo mejor sea pedir a la carta.
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